Un pastor para las vacas flacas
El sueño del rey de Babilonia y la interpretación onírica del esclavo hebreo resulta el primer principio de administración fiscal en base a una verdad inmutable: después de la abundancia viene la hambruna, separar cosecha durante los años buenos para cuando lleguen los malos genera paz, es decir, estabilidad macroeconómica.
En la lógica Keynesiana este principio bíblico se llama el “gasto contracíclico” que implica que el gobierno gaste menos en los buenos tiempos para poder ampliar el gasto en los tiempos difíciles. Según datos del BID, en Latinoamérica seguimos practicando el derroche cuando estamos de vacas gordas, los gobiernos expanden el gasto público y adquieren deudas creando un espejismo que ayuda a ganar elecciones, aún con el presentimiento de estar empeñando el futuro.
A Mauricio Macri en Argentina y Lenin Moreno en Ecuador les toca administrar las vacas flacas, después de las bonanzas financieras de sus predecesores cleptómanos tienen que recurrir al modelo del FMI, sinónimo de ajuste fiscal y eliminar los bonos y subsidios, con los obvios costos políticos y de gobernabilidad, por cuanto regalar es fácil y difícil es quitar.
La otra vía es el modelo de Caracas, al estilo Ramsés: en época de hambruna eliminar al comensal, hacer que se vaya a otro país o se aguante el hambre bajo la sombra del garrote, tocar fondo y seguir cavando.
Todo indica que este domingo, 20 de octubre, elegiremos una de las dos vías y elegiremos al caudillo que será encargado de administrar la crisis económica venidera, será el pastor de las vacas flacas, atravesará la tormenta y con suerte e ilusión nos deberá llevar a verdes pastos a esperar el regreso de las gordas y hermosas vacas. Una vez más.
Columnas de JORGE ERNESTO IBÁÑEZ