Ciudad huérfana
El conflicto poselectoral ha desnudado la crisis representativa en las instituciones regionales. Se vislumbra una clara y profunda división entre los intereses personales y de grupo de las “autoridades” con su contexto social.
Los electos en el cargo sufren una metamorfosis que les lleva a desconectarse de los intereses colectivos, se rompe el flujo de la “microfísica del poder”, se mueven en un formato propio, oscilante, utilizando nimiedades en busca de popularidades evanescentes y transitorias. Se entrega una pileta o un trozo de asfalto con solemnidades burdas, cuando la ciudad está hundida en graves problemas estructurales.
Pero, también, el conflicto ha develado que los jóvenes cochabambinos tienen una conciencia política clara, que nos equivocados si pensamos que no están interesados en la política, por lo tanto, esa división también es generacional. Los políticos profesionales, controladores del sistema electoral y partidista, no reconocen la valía política de los jóvenes en su verdadera dimensión. Tenemos un sistema político cerrado y excluyente que hace que los jóvenes que buscan participar en éste no puedan.
La apropiación sistemática de la actividad política local por grupos corporativos, léase políticos profesionales, dirigentes vecinales crónicos y representantes de gremios de comerciantes y transportistas eternos e inmortales, ha hecho de las instituciones sus sucursales de negocios. Sus conflictos de intereses personales y de grupo se manifiestan en “crisis institucionales”. Mírese el estado de los municipios de Quillacollo y Cercado, convertidos en joint ventures de esos grupos corporativos.
Viejos y nuevos liderazgos entran en contradicciones cada vez más profundas por una desagregación de los intereses sociales. Existen organizaciones sectoriales con graves crisis de identidad. Los gremios de empresarios, académicos y profesionales no tienen gravitación alguna en los destinos de la ciudad. Un triste ejemplo es como un grupo de vecinos que controla el ingreso del vertedero de basura incide más en el diseño de las políticas públicas del municipio que las organizaciones más tradicionales, que en algunos casos, aún no se enteraron de su muerte, como el caso del Comité Cívico.
La ciudad no tiene murallas, no tiene protección, cualquiera la puede incendiar, estamos en una ciudad huérfana.
El autor es abogado constitucionalista
Columnas de JORGE ERNESTO IBÁÑEZ