Prensa sometida (I)
Durante casi 14 años, la prensa boliviana guardó un silencio bastante parecido a la estupidez frente al avasallamiento de este sector por parte del masismo. La razón para ello fue que el anterior Gobierno consiguió aquello que es ambicionado por la mayoría de los gobiernos: control sobre el periodismo.
¿Cómo lo hizo? Sus acciones, ahora comprobadas, rebasan toda imaginación.
Además de que todas las sospechas y acusaciones fueron confirmadas: desde la multiplicación de medios de comunicación estatales hasta el torpe intento de control de las redes sociales a través de los ridículos “guerreros digitales”, están los millonarios negociados con la publicidad.
La fórmula era sencilla: se les cortó la publicidad oficial a los medios que no se sometieron y ese dinero fue entregado a manos llenas a los que se mostraban como privados pero, en realidad, eran reproductores de los mensajes del régimen. El caso más comentado, por ahora, es el del canal Abya Yala que recibió más de dos millones de Bolivianos en menos de tres años. Eso quiere decir que no solo recibió publicidad estatal sino que se le pagó por encima de las tarifas que cobraban otros canales. ¿Qué tiene de particular este canal? Pues que fue montado en Bolivia por un regalo de Irán y se manejó con una fundación que lleva el nombre de Evo Morales.
No es el único caso.
El control de medios como PAT, ATB, Full TV y Abya Yala, y el diario La Razón por parte de Álvaro García Linera fue confirmado recientemente por el empresario Carlos Gill quien, además, admitió estar vinculado a Mi Teleférico y a las ferroviarias Oriental y Andina.
Se castigó a los medios que no estaban vinculados al Gobierno, quitándoles la publicidad, y se usó ese dinero para premiar a los que le echaban flores. Curiosamente, el reparto de publicidad todavía no ha sido reasignado por el actual Gobierno pese a que ya lleva casi dos meses en el poder y ya ha comenzado un nuevo año.
Pero eso no era todo.
Los periodistas que se pusieron al servicio del régimen fueron contratados en los medios estatales o en los “paraestatales”; es decir, en los que controlaban de manera directa o indirecta. Algunos, como Andrés Salari, que trabajó en Abya Yala, cobró millones tanto por publicidad como por falsear la verdad a través de documentales como “El cartel de la mentira”.
¿Y por qué las organizaciones sindicales de la prensa no dijeron nada? Pues porque la principal de ellas, la Confederación Sindical de Trabajadores de la Prensa de Bolivia fue cooptada por el masismo.
Ese es tema para otro artículo.
El autor es periodista, premio nacional en historia del periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA