Feicobol, entre lo público y lo privado
La agenda nacional, abocada íntegramente al quehacer político, ha fusionado el debate en torno a una sola temática: la elección del venidero 3 de mayo. Y no podía ser de otra manera, si consideramos todo lo acontecido desde el 20 de octubre pasado y lo que vino después con la oferta electoral de varias candidaturas que desoyeron el clamor de un frente único, o la decisión de la Presidente de también correr en la justa electoral e, incluso, el esfuerzo del masismo por recomponerse, aun bajo la figura de Evo Morales, con un candidato que se ofrece hacia las clases medias buscando desterrar la radicalidad que le fue propia.
Queda claro que bajo esa dinámica, la mesa de debate se abre como un abanico a un sin fin de posibilidades y variantes. Todos barajan posibilidades, incluso considerando ciertas alianzas que den mayor vigor a determinada candidatura, cuando la mayoría pensamos en el país y en función de la expectativa de contar con un Gobierno que genere verdadera estabilidad con variantes en educación, salud, justicia, seguridad, inversión y gasto.
Frente a todo este escenario, en pasados días fui invitado por la Fundación Feicobol, a la presentación de la visión estratégica desarrollada en la perspectiva de destacar la importancia de la industria ferial en el desarrollo socio económico de la región, y para tomar conocimiento de las tendencias de la industria en América Latina y el mundo, además de intercambiar conocimientos, miradas y experiencias de otros países.
La majestuosidad y solemnidad de la Casona Viña Muyurina, que data de hace más de 300 años, fue el escenario donde gratamente –por el lapso de unas dos horas– dejamos (todos) de pensar en la vorágine política, en alianzas, acuerdos y en debatir sobre quién debe o no debe gobernar (aunque con mi vecino de página, por unos minutos, no escapamos a la tentación), para conocer un tema que es de trascendental importancia para el desarrollo de cualquier país.
Recordemos que la Fundación para la Feria Internacional de Cochabamba fue una iniciativa del sector privado gremial, de cuya constitución fui parte en ese entonces como abogado de la Federación de Entidades Empresariales Privadas de Cochabamba (FEPC). Hoy, Feicobol administra el recinto ferial fruto de un convenio con el Gobierno Autónomo Municipal de Cochabamba, en una muestra de la viabilidad y fortalezas que se presentan cuando se asocia lo público y privado.
Los asistentes conocimos la experiencia colombiana y el éxito de Barranquilla, donde los ejes del desarrollo de esa ciudad giran gracias a la cohabitación del municipio y empresarios. Probablemente bajo esa mirada, con propiedad, el presidente de Feicobol presentó un esquema donde se visualiza a la región a través del desarrollo ferial, como un polo gestor de economía, fuentes de empleo, turismo e inversión. Lo que en el presente pretende lograr esa institución es la acción colectiva de la institucionalidad pública, privada y civil para fomentar el turismo de negocios que dinamice la economía. Sobre esa base, y pensando en lo que representa una feria en términos de economía, Feicobol se propone trazar un compromiso público privado para el desarrollo del turismo de negocios; fomentar el diálogo, reflexión y acción interinstitucional entre los actores del ecosistema emprendedor; desarrollar redes y alianzas estratégicas; desarrollar plataformas de negocio creativas que se conviertan en la mejor opción para promover oportunidades de negocio y desarrollar una estrategia que articule programas y proyectos de forma sistemática.
En definitiva, el desafío pasa por una nueva y moderna infraestructura ferial, sobre la base de un nuevo y reforzado relacionamiento con el sector público. Estas, créanme, son buenas noticias. Feicobol, nos está dando buenas noticias. Urge ahora, que el sector público esté acorde al desafío planteado por los privados, y dé la talla ante un emprendimiento que busca gestar un modelo de negocio donde los ganadores, somos todos.
El autor es abogado
Columnas de CAYO SALINAS