Los grandes perdedores
Una cosa es la ignorancia, incluso cuando es deliberada (necedad), y otra –”elemental, querido Watson, elemental”– la improvisación y la estupidez que no reconocen fronteras; constatación que, maldita sea la cosa, asombra que la ignorancia, otra vez –”elemental, querido Watson, elemental”– sea un requisito para lanzarse a la política.
Muchos, con o sin derecho, lo hacen para “salvar” a Bolivia o porque el pueblo se los “pide”. No las encuestas ni el Tata Quispe: “¿Qué dirá, hermanos, la coquita?”
Otra constatación. Cualquiera que gane las próximas elecciones, Luis Fernando Camacho y Marco Pumari van a ser los grandes perdedores. Y que no se quejen. Han hecho mucho para merecer ese previsible resultado: el pueblo es inocente. No hace falta identificar los errores que cometieron. El pasado no cambia. El futuro sí, si aprenden de sus experiencias. Su dilema, ahora, está en qué hacer para seguir siendo héroes, no villanos.
La democracia, ¿es necesario repetirlo?, está otra vez en peligro. Evo Morales es el político más astuto de los últimos 50 años y la irracionalidad de su electorado es tal que el jefe puede perder el mar, violar a la Pachamama o pisotear la constitución, y sus seguidores seguirán con “le meto nomás”. Nada más peligroso cuando la fe se extiende a la política: el pensamiento racional se vuelve creencia.
Muchos analistas consideran que la presidencia parece segura en la segunda vuelta. Ojalá. Pero una mayoría congresal del MAS va a cumplir la futurología melodramática del matemático. No para los “mazis”, y sí para el resto de los bolivianos, “va a haber llanto y el sol se va a esconder, la luna se va a escapar y todo va a ser tristeza para nosotros”.
¿País ingobernable? Todavía no hemos visto lo “inédito”, la violencia promovida por la legalidad de un Parlamento controlado por Evo Morales.
En la ficción que llamamos tiempo, siempre hay tiempo. Nunca es temprano ni tampoco tarde. “Hay que saber llegar” escucho en una canción popular. Camacho y Pumari, con su candidatura insensata, abrieron las puertas del todo vale. La ambición de Jeanine Añez, cada vez más parecida a Evo, terminó por fragmentar el voto que pretendía unificar: “y los sueños, sueños son” advierte Calderón, otra prueba de la infantilización de nuestra sociedad que sobrevive –no avanza– por su credulidad en tiempos de manipulación, bulos y falsedades.
¿Quién dijo que el Proceso de Cambio está agotado? Quienes votan por políticos prometedores de que todo va ser diferente, están dominados por el pensamiento supersticioso anclado en la fe ciega de lo “nuevo”.
Camacho y Pumari pueden recuperar su rol protagónico: Necesitan reconocer su mayor error y atreverse a ser diferentes. Ya dieron un primer paso al convocar a una reunión de candidatos pidiendo la “unidad contra el MAS”. La propuesta, empero, está mal planteada. Debe incluir al MAS en su vertiente democrática y decente: el MAS-1. ¿Por qué excluir a una mayoría de obreros e indígenas?, ¿por haber sido víctimas de un par de cachafaces y sus 40 hermanos?
La unidad debe ser por la democracia y la reconstrucción de las instituciones: sin Evo y sus secuaces. Y para que esta reunión no sea la misma “venta de humo” de la primera vez, lo sensato es que Camacho y Pumari declinen su candidatura y planteen lo correcto: apoyar al candidato que concentró el voto opositor en las pasadas elecciones. Unidad basada en ese hecho concreto y no en suposiciones futuras.
Sería un un acto de justicia y un comportamiento inteligente que evitaría que todos seamos los grandes perdedores con Evo ganador. ¿Héroes o villanos? Vale.
El autor es economista y filósofo
Columnas de GUSTAVO V. GARCÍA