Conversiones tardías
Días atrás, las filas del progresismo internacional se estremecieron al enterarse que uno de sus ídolos, Joaquín Sabina, confesó: “Ya no soy tan de izquierdas porque tengo ojos y oídos para ver lo que está pasando”. Agregó que le rompe el corazón “la deriva de la izquierda latinoamericana” y reconoció el “fracaso feroz del comunismo”.
La conversión de Sabina —excelente músico y poeta, por otra parte— a posturas más liberales es bastante tardía y se produce cuando tiene una edad avanzada, pero de todas formas se le puede aplicar el viejo refrán “más vale tarde que nunca”.
El caso me hizo recordar otro, el del escritor Eduardo Galeano, que un año antes de su muerte reconoció que su obra más famosa, Las venas abiertas de América Latina, era “pesadísima”, que la escribió “sin tener conocimientos de economía y política” y que no volvería a leerla.
Probablemente, no exista mejor disección de su obra que la incluida en el capítulo titulado “La biblia del idiota”, dentro del libro colectivo escrito por Carlos Alberto Montaner, Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza: hablamos del ya clásico e imprescindible Manual del perfecto idiota latinoamericano, magistral ensayo que debería ser de lectura obligatoria en todas las escuelas del continente (en cuyo caso se convertiría en el más eficaz antídoto contra el populismo).
Allí se desmonta con precisión la posición implícita en las páginas de Galeano, un victimismo “anticolonial” que alentó desde la refutadísima teoría de la dependencia hasta las violencias de varias guerrillas, alzadas no sólo contra algunos regímenes militares sino también contra múltiples democracias.
Tardío fue el arrepentimiento de Galeano por engañar a varias generaciones de latinoamericanos, muchos de los cuales dieron su vida o tomaron las de otros confundidos por una visión ideológica esencialmente errónea.
Una conversión más temprana fue la del músico cubano Pablo Milanés, cuya pérdida lamentamos esta semana. Aunque en su juventud sufrió la internación en un campo de trabajos forzados de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) creados por la revolución castrista, luego pasó a ser uno de los trovadores de la dictadura, sólo sobrepasado en el favor oficial por Silvio Rodríguez.
Sin embargo, Milanés pasó a residir en España, desde donde criticó en 2015 el encarcelamiento del disidente Guillermo Fariñas y, más recientemente, cuestionó la dura represión sufrida por los jóvenes cubanos que se manifestaron masivamente el año pasado bajo el lema “Patria y Vida”.
Pero sin duda las conversiones más valiosas fueron las de aquellos intelectuales que, como André Gide, Arthur Koestler, George Orwell, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, supieron evolucionar desde la izquierda revolucionaria a un liberalismo militante, crítico hacia toda forma de autoritarismo.
Tal vez la clave para esta contribución estribe en que los ex marxistas llegaron a conocer en profundidad los perversos mecanismos de distorsión de la realidad y de anulación de la individualidad, puestos en práctica por la dictadura soviética o por sus facsímiles chinos y cubanos.
Como dijo en su momento Koestler: “Nosotros, los excomunistas, somos las únicas personas que sabemos de qué se trata”.
Columnas de EMILIO MARTÍNEZ CARDONA