El nuevo proceso y su cambio
La siguiente revisión integral de los especialistas en descubrir, trazar, entender y escribir historia, encontrará, sin falta, que aquello que aquí se examina empezó antes de lo que puede detectarse ahora, de formas más variadas y enredadas de lo que es posible percatarse. Baste como muestra asumir que el despegue del avión B Gulfstream 550 de la Fuerza Aérea de México, con matrícula Mat -3916, del aeropuerto internacional de Chimoré, que transportaba al jefe de MAS, su vice y una ministra, en noviembre de 2019, como parte de los sucesos a los que me refiero, representaba algo mucho mayor de la atención que acaparaba en ese momento.
El hombre más poderoso del país que, como nunca algún otro, había alcanzado las cumbres del dominio colectivo y la aceptación masiva de su papel, dejaba atrás las palancas de un control inverosímil de los aparatos del Estado y su influencia sobre mentes y corazones de grandes masas. Las lágrimas que rodaban por sus mejillas, no sólo enturbiaban lo que podía percibir su mirada, sino el afilado instinto que le permitió atravesar tormentas, disciplinar fracciones y encarrilar arribistas y devotos.
Cuando en 2020 armó las fichas de la estructura electoral, emulsionando aceite con agua, obteniendo mejores resultados que un año antes y prácticamente iguales a los de la primera elección de 2005, es casi seguro que estuviese convencido de que recuperó la chispa y que se abría un nuevo camino, despejado para su triunfal retorno.
Pero, más allá de los personajes y lo que decían o suponían, pronto empezó a filtrarse la evidencia de que no estábamos frente a un simple regreso. La esencia del proceso y la naturaleza de su orientación ya habían mutado seriamente.
La salida, a empujones, de los indígenas (de tierras bajas y altas) del bloque dominante, al ritmo de las marchas por sus territorios y derechos y con las disputas entre campesinos e indígenas, o los conflictos por yacimientos minerales con indígenas de tierras altas, los gestos y acciones de los cooperativistas, los rápidos avances de los grandes comerciantes, los premios continuos a cocaleros de Cochabamba y las sañudas persecuciones a los de Yungas, las desigualdades abismales entre dirigentes de organizaciones y sus bases hicieron que los cimientos y la composición de la gran alianza social del proceso de cambio se modificasen en sus raíces.
Estas modificaciones del nuevo bloque constituido en poder pasaron desapercibidas para sus propios componentes e inclusive para sus principales dirigentes, de modo que cuando sobrevino la crisis de 2019 y, casi en seguida, el retorno, hubo demasiado poco tiempo para que los protagonistas asimilaran todo lo que había pasado.
El jefe máximo no consiguió captar que el núcleo cocalero chapareño, alrededor del cual se aglutinaron los demás sectores, estaba cada vez más aislado, porque su identidad misma había cambiado ante los demás, pasando a convertirse en un sector percibido como privilegiado, absorbente y egoísta, representado y envuelto en la dinámica del presidente que quiere serlo para siempre, así sea sacrificando al movimiento para imponer sus deseos y caprichos. Esto se refuerza con la decisión de Morales, de encerrarse en ese territorio.
Los profesionales y técnicos que lo acompañaban como aliados y súbditos entusiasmados porque, igual que en tiempos del MNR, esa proximidad les proveía de la escalera para convertirse en la nueva burguesía burocrática de Estado, empezaron a despegarse de su secante control para desplegar sin atajos ni permisos su propio proyecto, tan nacionalista, desarrollista, depredador, expoliador, corporativista y rentista como el que caracteriza al conjunto del movimiento; pero, bajo su control y “racionalidad” técnica.
La cadena de explosiones volcánicas que se suceden desde principios de año desnudando corrupción funcionaria en todos los niveles —del central al municipio más pequeño— al igual que entre la gran empresa privada, sea financiera o de sus más cercanos asociados, dentro las iglesias, en el sistema educativo, pone la gran llamarada de fondo que permite ver la disgregación de las alianzas y engranajes de acuerdos con que se escenifica el saqueo al Estado y la estrechez de miras de grandes emprendimientos privados, casi siempre dependientes de concesiones y apoyos estatales. Todo eso reitera que tales son los mecanismos principales de movilidad y ascenso social, basados en ciclos periódicos de acumulaciones primitivas de capital.
El fraccionamiento de distintas áreas del poder estatal ilumina el patético espectáculo, con una diferencia decisiva respecto de fases históricas anteriores: los sectores subalternos, siempre manipulados en beneficio de los dominantes, han transitado una fase de aprendizaje de sus derechos y del ejercicio de su libertad que ya no retrocederá, sea quien sea el que consiga ponerse a la cabeza y, desde luego, eso hará que el nuevo proceso y sus cambios resulten más complicados y, probablemente, novedosos.
Columnas de RÓGER CORTEZ HURTADO