Más árboles, mejor medio ambiente
Grandes olas de calor, escasez de agua, pérdida de biodiversidad, reducción de la capacidad de cultivo, sequías e incendios forestales, son efectos cada vez más evidentes de la crisis climática que influyen negativamente en las condiciones de convivencia socioambiental comunitaria. La expansión urbana y la implementación de infraestructura en áreas de recarga acuífera o conservación forestal, el acceso inequitativo al suelo, y la deficiente gestión institucional pueden ser, entre otros, algunos factores de incidencia.
Estos efectos son resultado de la acción antrópica que, en su afán de lograr el desarrollo, agrede peligrosamente a la naturaleza invadiendo hábitats y, fundamentalmente, depredando zonas de arbolado que en esencia constituyen el equilibrio térmico ambiental y regulador de temperaturas.
Urge asumir medidas drásticas que puedan ser parte de la solución. Éstas pueden ser muchas y de diverso costo económico, pero solo son posibles a partir de la voluntad política y la conciencia ciudadana.
Muchos ejemplos positivos se tienen, entre ellos el de Medellín, en Colombia, calificada una de las ciudades mejor arboladas del mundo, que con una inversión de 16,5 millones de dólares generó un gran sistema de 30 corredores ecológicos con 2,5 millones de plantas y 880.000 árboles que representan verdaderos pulmones verdes que se combinan con carreteras, avenidas y calles, para combatir el incremento de calor y mejorar la calidad del aire.
El Parque Metropolitano de Santiago de Chile, creado en 1966, con 737 hectáreas representa el parque urbano más extenso de Latinoamérica y cuarto más grande en el mundo. Abarca cuatro comunas: Huechuraba, Providencia, Recoleta y Vitacura; y aglutina a los cerros San Cristóbal, Chacarillas, Los Gemelos, Cerro la Pirámide, Cerro Polanco y Cerro El Carbón, y los sectores Tupahue, Lo Saldés, Pirámide y Bosque Santiago; e incorpora el Zoológico Nacional.
En la ciudad de México el Bosque de Chapultepec, un parque urbano que ocupa 678 hectáreas, que resulta el segundo más grande de América Latina, concentra equipamientos importantes como el Castillo de Chapultepec, la residencia presidencial, el Altar de la Patria, el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte Contemporáneo, por citar algunos.
En Colombia, el Parque Simón Bolívar de Bogotá, con 283 hectáreas se presenta como el mayor cinturón verde, que incluye infraestructura de ciclovías, paseos peatonales, estacionamientos vehiculares y la Plaza Ceremonial de Eventos.
En São Paulo, Brasil, está el Parque Ibirapuera con 158 hectáreas, principal pulmón verde de la ciudad, que cuenta con tres lagos artificiales interconectados en una extensión de 16 hectáreas.
En Quito, Ecuador se encuentra el Parque La Carolina, emplazado en 64 hectáreas en Iñaquito, zona financiera, empresarial y recreacional de la capital.
En Bolivia, el Parque Urbano Central en Santa Cruz de la Sierra, con una superficie de 20 hectáreas, considerado el pulmón verde público más grande, cuenta con 2.300 árboles de 113 especies y 600 arbustos.
En Cochabamba, con menor costo, pero con el mismo impulso, se pueden implementar de dos maneras sencillas áreas de vegetación arbórea con especies nativas. La primera desde la gestión municipal y departamental, promoviendo la plantación de mil árboles por año en espacios degradados destinados a plazas, parque, jardines, y pequeños bosques urbanos.
Una segunda, más simple aun, consiste en estimular la plantación de un número de árboles por familia en el frente de sus predios y, a cambio retribuir con un descuento en el pago de impuestos prediales. La idea del ahorro a través del descuento motivaría enormemente esta actividad que podría convertirse en una acción estratégica para una política pública sostenible. Se podrían incorporar al medio ambiente mínimamente 240 árboles por año, ya es un buen inicio.
La posibilidad de crear corredores verdes urbanos no solo contribuye a la estética y al paisaje, sino que permite el equilibrio de la temperatura, refresca el ambiente y contribuye a la reducción de contaminantes atmosféricos nocivos para la salud y el bienestar humanos.
También la generación de más lagunas, como la laguna Alalay, es parte de la gestión de los ecosistemas que combinan naturaleza con desarrollo y apoyan a dinámicas económicas de producción alimentaria.
Los bosques urbanos —santuarios de flora y fauna— son piezas clave para la lucha contra el cambio climático indispensables para el desarrollo sustentable y un sustento para las ciudades inteligentes. La expansión urbana no debe atentar contra estos espacios naturales; por el contrario, su incorporación en el desarrollo, preservando áreas verdes estratégicas funcionales para el medioambiente y la recreación, es categórica para generar mecanismos de regulación térmica.
Lentamente y sin darnos cuenta podemos reeducarnos y aportar en la reducción del 1,5% grados de temperatura que se incrementaron durante el último tiempo ¿apostamos?
El autor, Ph.D., es investigador del Ceplag – UMSS, mkquiroga@gmail.com
Columnas de MARKO QUIROGA BERAZAÍN