Cuatro hipótesis sobre la disminución de la tasa de fecundidad
Los resultados preliminares del Censo 2024 siguen dando de qué hablar. No sólo por las probables inconsistencias técnicas y aritméticas del conteo poblacional y su diferencia con las previsiones del Instituto Nacional de Estadística (INE), que estimaban un millón más de bolivianos de los que realmente hay. Sino que también son llamativos los argumentos técnicos de esta caída poblacional.
La disminución de la tasa de natalidad/fecundidad, la pandemia de Covid-19 y las tendencias migratorias internas y externas explican, según el INE, la diferencia entre la estimación y el conteo oficial. Es creíble si se toman en cuenta las tendencias demográficas regionales y mundiales, de las que Bolivia no está aislada, que apuntan a un decrecimiento de la población en zonas como América y Europa.
Sin embargo, con el objetivo de encontrar explicaciones menos profesionales y poco serias, pero más creíbles, propongo cuatro hipótesis que revelan el porqué del descenso poblacional.
Primero: hay mayor acceso al porno, más masturbación y menos sexo. Con el triunfo del hedonismo y el individualismo extremo, hacer justicia por “mano propia” se ha convertido en algo más que una moda para adolescentes. La paja y su equivalente femenino son ya una forma de vida. Menos sexo, ergo, menos embarazos. ¿Para qué molestarnos conociendo a otras personas si puedo solucionar este asunto, literalmente, con mis propias manos? Ya pronto las IA y los robots suplantarán las relaciones personales. Hay que ser visionarios.
Segundo: se busca más dinero, más felicidad; menos hijos. La gente de hoy se toma en serio este tema del dinero y de la independencia financiera. No es que antes no hubiera ambición o que los deseos de satisfacer las necesidades materiales fueran menos relevantes. La novedad es que la natural aspiración de tener una casa, un lote y un auto hasta antes de los 35 se ha convertido en algo de vida o muerte. Vivir con papá o mamá debe dar vergüenza, dice el sistema. Hay que cumplir a como dé lugar las metas que exige la vida: independiente a los 18, profesional a los 22, millonario a los 35. A ese ritmo es imposible pues tener hijos; no hay espacio, no hay tiempo, no hay fuerzas. Y nada de fair play financiero (ni sexual). Todo vale en el mundo del anarcocapitalismo.
Tercero: el mundo se va a acabar, ¿para qué más wawas? Esta hipótesis es la más reflexiva. Como van las cosas, con Rusia y la OTAN cada vez más cerca de destruir la vida en el planeta con bombas nucleares; con el calentamiento global arruinando las fiestas de Carnaval; con la cada vez más aguda crisis socioambiental y con el mundo día a día más desigual, no hay pues ni el más mínimo incentivo para pensar que multiplicar nuestra especie sea una buena idea. Lo mejor es que desaparezcamos de a poco. Si llega un meteorito, mejor.
Cuarto: los perros y los gatos son mejores. Hay que ver la lista de ventajas de tener un perro o un gato. Para empezar, no tienes que parirlos y eso ya justifica mucho. No hacen berrinches, no hablan, no van al colegio, no van a la universidad, no se meten en problemas, no hay pubertad, no hay aplazos, no tienen novios/as. No se necesita responsabilidad afectiva. El INE debió incluir en las preguntas de la boleta censal cuántos gatos o “perrhijos” hay en casa.
Tal vez por ahí se explica la baja tasa de fecundidad.
Columnas de NELSON PEREDO