Ser jurado electoral
En 21 días, más de siete millones de bolivianos cumplirán su deber ciudadano eligiendo a quienes serán las cabezas del Órgano Ejecutivo, y a sus representantes en la Asamblea Legislativa. Es un ejercicio organizado, desde hace meses, para su perfecta ejecución en un despliegue de recursos y personas que cubrirá todo el territorio nacional y ciudades de más de cinco países del exterior.
Es algo portentoso que, el domingo 17 de agosto, tendrá su punto culminante en cada una de las 35.253 mesas de sufragio la mayor parte de ellas, 34.026, en territorio nacional.
Si bien este aparato ha sido organizado y puesto en marcha por los funcionarios, nacionales y departamentales del Órgano Electoral Plurinacional, el éxito de su realización depende de los 211.518 jurados: 2014.156 en Bolivia, y 1.227 en el exterior.
Como en todos los comicios, los jurados electorales son los protagonistas involuntarios de la realización eficaz de las elecciones generales 2025.
Involuntarios porque fueron elegidos por el azar de un sorteo informático, la mayor parte; o, los menos numerosos, por estar en el lugar y el momento preciso para ser designados jurados electorales en reemplazo de alguno ausente.
Y son protagonistas principales de la realización de los comicios porque sin ellos sería imposible que tengan lugar.
Para una gran mayoría de quienes cumplirán esas funciones que revisten carácter obligatorio, el azar que determinó su designación no es precisamente un motivo de alegría.
No, pues el ejercicio de las funciones de jurado electoral está directamente relacionado con la idea de una actividad de varias horas –ocho en el mejor de los casos– que exige constante atención y también paciencia cuando los votantes no llegan a sufragar.
Los jurados deben llegar a las 6 de la mañana a sus mesas de sufragio para preparar el material, votar, comenzar a recibir a los votantes dos horas después, y permanecer allí hasta que el último de los electores presentes vote o se hayan cumplido ocho horas desde la instalación de la mesa.
Luego deben realizar el escrutinio de los votos, sumando los que corresponden a cada candidato sin errores posibles, llenar y firmar el acta correspondiente, introducir todo el material en el sobre destinado a ese fin, sellarlo y entregarlo al notario electoral. Solo entonces termina su jornada.
El resto de los electores, aquellos que solo tienen la obligación de sufragar, dedicarán –en el peor de los casos– una hora al cumplimiento de su deber ciudadano, acudiendo a la mesa que les corresponde para emitir su voto y luego disponer el resto del tiempo de ese día a cualquier otra actividad gratificante.
La noche del 17 de agosto, cada jurado electoral tendrá, además del cansancio, la satisfacción de haber hecho posible el ejercicio esencial de nuestra vida democrática: las elecciones.