Manías y esnobismo al modo boliviano
El que se presume ser el programa de la televisión boliviana más visto según el rating y además controlado por la AJ (Autoridad fiscalizadora de Juegos), “Bailando por un sueño”, puede ser considerado como el reflejo de la personalidad del ser boliviano o por lo menos un reflejo de su perfil sin pecar de excesiva arbitrariedad. Es poco interesante evaluar la destreza de los bailarines. Es un bolivianismo suponerse gran bailarín por lo menos de danzas folklóricas, en otros bailes se pueden cometer errores. De todas maneras, en el concurso televisivo cambian la música de fondo e intentan hacer piruetas, no pasa de eso.
Lo fundamental y grave es la ridiculez y zafado del jurado que debería ser sancionado por la AJ; uno de sus miembros pone una nota de perfección, 10, a unos participantes en su ejecución, otro de descalificación absoluta, un 0 (el concurso es irrelevante, pero el más ingenuo de los televidentes debe saber que lo bueno y lo malo son incompatibles, se acierta o se yerra). Es posible que los miembros del jurado tengan alguna noción de baile y coreografía, pero demuestran una gran ineptitud y arbitrariedad al evaluar. Para lo álgido, la eliminación de los concursantes, se escudan en la opinión del público mediante mensajes y buscan su aprobación en las redes sociales.
Lo detestable y que fluye como purulencia son las manías adquiridas por los televidentes: el apoyo a lo morboso y enfermizo; actuar al que ha superado todas las restricciones y tapujos sociales y se es totalmente desinhibido, todos se besan, conocidos y desconocidos. Labios, lenguas, saliva, todo es ficticio; si es extranjero o por lo menos estrafalario, se lo idolatra. El plural en culturas, creo un vacío que se rellena imitando.
El televisor se apaga. Antes se adoptaba la cultura occidental; es decir: la filosofía griega, el derecho romano y la religión cristiana judía. Ahora se renuncia y reniega de todo eso y se está en el limbo: justicia comunitaria, pachamamismo, sectas evangelistas. Todo se presume original, originario y precolonial y como no se tienen documentos escritos reina la transmisión oral, casi todo susurrado, a los oídos de devotos asesores contratados por ONG. Las bibliotecas y museos se renuevan, imperan los santuarios y los yatiris, todos son jueces y fiscales. Lo que pasa en televisión puede ser secundario, los linchamientos, delitos y agresiones se han hecho más frecuentes, como dicen los policías y los abogados son el “modus vivendi”. Incluso dejando de citar los caprichos de los “hermanos” presidente y vicepresidente que sus seguidores embobados los adoptan y aceptan como un credo e intentan ser fieles. En el poder ejecutivo, a los legisladores se les dice “Honorable”, se presume que son elegidos no para crear en cantidad leyes, sino fundamentalmente para mejorarlas y deben reunir cualidades, ética, honor y méritos. En Bolivia se les considera los corderos, los levantamanos y lo son. Si firman numerosas leyes se consideran notables, estas pueden ser banales; las elaboraron consultores, asesores o algún empleado, los senadores y diputados oran por horas discutiendo los defectos que les encuentran, no harán modificaciones; su mayor deseo es escucharse así mismo. Los oficialistas hacen algo similar, con la única diferencia, no sólo desean escucharse a sí mismos, sino también ser elogiosos con su jefe.
Estar en el limbo siempre es peligroso y lo peor puede ser más tentador; se puede elegir lo malo de lo originario y de lo occidental y rechazar lo mejor.
El autor es administrador de empresas.
Columnas de GUSTAVO L. QUIROGA MERCADO