Economía de gasto continuo
Partiendo de la sabiduría popular decantando en obviedades económicas, el Estado boliviano hace esfuerzos para mover su maquinaria económica y sostener su crecimiento estimulando la inercia con gastos continuos camuflados por una colorida estela que intenta esconder las diferencias entre inversión, gasto y costo perdido.
Tatuado en la sabiduría popular: “fácil viene fácil se va”; “las deudas aplazadas parece que no son deudas”, y “la inversión dará sus frutos”.
Es pretérito el objetivo de concentrarse en el crecimiento económico como panacea; los más radicales neoliberales admiten que la redistribución es compatible con el crecimiento; los beneficios sociales cuentan y ponen en relevancia el capital humano (mejorar la productividad y calidad de la población), esto implica invertir en salubridad y educación, el móvil no es sólo humanitario, es también económico, su tasa de rendimiento es superior al de inversiones de capital en bienes físicos. El Gobierno actual toma esta idea para cubrir la diferencia entre gasto, inversión y costo. El dinero venía fácil de venta de materia prima y créditos, como una herencia y deudas aplazadas; como un petimetre malgasta; sus inversiones se convierten de inmediato en gastos, paga a sus acólitos en lisonjas. Se libera de acreedores, y cae en avaros; los chinos comprometen 10.000 millones de dólares en créditos atados, se llevan los intereses y las ganancias, y aprovechando sus contactos endilgan casi 500 millones en chatarra. La deuda externa supera los 7.000 millones de dólares y la interna los 4.000 (al pueblo es posible esquilmarlo, se conforma con chucherías, bonos para su gasto).
El capital es heterogéneo, se debe elegir en qué se invierte, dónde, y cuánto. La pátina impresiona: sistemas de riego y viviendas donde no quedaran agricultores ni habitantes, unidades educativas sin maestros ni educandos, coliseos deportivos a ser tapiados, villas olímpicas para una quincena, canchas sintéticas, aeropuertos sin flujo. La lista es voluminosa y es una ganga (2.000 millones de dólares de despilfarro).
La economía está en declive, no se hunde, sin embargo. Hombre prudente, el progenitor del modelo económico boliviano se acoge al secreto médico y abandona el barco. Los gastos continuos sostienen la inercia, si las construcciones se derrumban se las reemplaza; el Presidente debe multiplicar sus vuelos, en las fiestas de inauguración, lo importante es el gasto en fanfarria y si la fecha es adecuada, se añade una revista militar, así estos justifican otro gasto, o despilfarro.
El súmmum del Gobierno, la planta de urea y amoniaco, la mayor inversión en la historia boliviana (según el presidente) 957 millones de dólares que gestarán 20 a 80 millones de beneficio; ergo, la tasa de rendimiento sobre la inversión fluctúa entre 1,5 y 7,5%; esa inversión se recuperaría en 12 o 48 años, y añadirles otros 5 años es prudente; el ministro del ramo es optimista, se ganará menos de lo que estima, más del 40% de la producción se queda en almacenes, el precio no es competitivo y no se cuenta con medios de distribución; por un tiempo no habrá ganancias, tal vez sólo se fertilice el entorno y se adornen los números rojos. El stock de capital humano, se hereda y adquiere con salubridad y educación; con sobriedad y esfuerzo, sin estruendo ni despilfarro.
Columnas de GUSTAVO L. QUIROGA MERCADO