Un SUSpiro de desesperación para los pobres
Seis de la tarde y Pedro recibe una llamada inesperada. Su madre está muy grave en emergencias de un conocido hospital de tercer nivel de La Paz. La desesperación lo abruma. Como puede, llega al hospital y ve a su amada madre postrada en una camilla. Hay fila de espera y su emergencia no es prioritaria, todavía. Mientras tanto, los “jefes” médicos le piden a Pedro que compre una lista interminable de medicamentos. Le advierten que es para estabilizarla y calmar el dolor, le explican sobre muchos estudios necesarios costosos, quizás una intervención y un largo tratamiento.
Pedro piensa que lo están engañando ya que este Gobierno prometió atención y medicamentos gratuitos. Hace la consulta del caso y el médico de turno le responde de manera cortante: “¿Acaso quiere que yo ponga de mi bolsillo?, le recomiendo que vaya a la farmacia de inmediato si no quiere que su madre se ponga peor. Haremos un esfuerzo para encontrarle una camita a su mami”. La desesperación de Pedro es mayor que su bronca y corre a comprar la considerable lista de medicamentos. Las jeringas se repiten como seis veces. Le parece que tendrá que comprar sueros para todas las acompañantes de su madre en la habitación.
Se da cuenta que no tiene suficiente dinero, llama a un par de amigos de la Universidad para que le presten, en fin consigue lo suficiente para, “comenzar el tratamiento”. No sabe de dónde sacará más dinero para cubrir el resto. Al pasar por la administración del hospital, decide preguntar si la noche del hospital costará algo. La respuesta de la administradora es categórica, “por supuesto que cada noche se debe pagar”. No es mucho, le dice. “Además haremos una evaluación social de su caso y conforme a eso, seguro el precio bajará. Eso sí, tiene que tomar en cuenta que seguramente le harán exámenes y eso también hay que pagar. Así que todo eso se suma a las noches que se quede su mamita…”
Pedro no entiende nada, la Ministra había dicho otra cosa… o por lo menos él había entendido que el Seguro Universal de Salud (SUS) sería gratuito… como en Argentina. Parece que no es el caso, juegan con los sentimientos de la gente, le mienten y encima pretenden que votemos por ellos, piensa.
Vuelve a ver a su madre, ella ya está en una de las camas de la habitación compartida con otras cinco pacientes. Hay unas con más problemas de salud, parece. Pedro abraza a su mamá, lo único que le importa es que ella esté bien. La plata va y viene, reflexiona. De pronto ve a una de las pacientes que está dejando el hospital. Sus familiares acumulan en una bolsa un conjunto de medicamentos que han sobrado. Es decir, no basta pagar los medicamentos que dijeron que iban a ser gratuitos, sino que para colmo te piden más de los que necesitas. Hay tanta desorganización!
En las horas siguientes, la madre de Pedro se pone mal, deben operarla de emergencia. Según los médicos, al menos deberá permanecer en el hospital diez días. Pedro rompe en llanto, no sabe qué hacer, de dónde sacará el dinero. Piensa una vez más en las autoridades bolivianas que aseguraron “salud para todos”. Se resigna y decide esperar que Dios haga su obra, total, la salud es lo primero. Dios proveerá, piensa una vez más
La historia de Pedro no está alejada de la realidad, todo lo contrario. Muchos bolivianos sufren todos los días las nefastas consecuencias de un sistema de salud que no sirve. He conocido el caso de una señora que vende papas en el mercado para poder subsistir y que se ha vuelto más pobre ya que tuvo que vender su puesto para poder pagar cuentas exorbitantes en el supuesto hospital público gratuito.
En definitiva, mientras el Presidente juega al golf, la gente sufre. ¿No me creen? Dense una vueltita por cualquier hospital público de tercer nivel y verán como los más pobres sufren las consecuencias de una administración pública negligente. ¿De qué cambio estamos hablando entonces? Seguramente otra vez nos quieren mamar para quedarse en el poder.
El autor es administrador público y cientista político
Columnas de JORGE DULON FERNÁNDEZ