Orgías políticas
No es mi culpa. Tampoco el tema fue idea mía. Bueno, finalmente, a quien no le gusta se viste y se va.
Hace un tiempito había escrito la croniquilla de una mujer con la madurez de una quinceañera que quería liberarse del ogro de su marido que la tuvo sometida durante 14 años, pero ella no decidía si fugarse con un viejo maduro, pero aburrido, o un joven que bailaba bonito, pero que se mostraba oportunista.
“Ah, esos son Evo, Mesa y Camacho”, me dijo alguien. Era obvio. “¿Y si la quinceañera se volviera lesbiana?”, me cuestionó después. En ese momento, lo creí ridículo, pero la popularidad de una mujer está en su punto caramelo y ya no suena tan deschavetado. ¿Tengo que decir a quién me refiero?
Del otro lado, el romance Camacho-Pumari parece un capítulo pasado de una telenovela decepcionante. Hoy, Áñez seduce.
Y Tuto flirtea con el MNR. Sí, con el MNR, el enemigo acérrimo en esos tiempos cuando el entonces joven promesa era el delfín de ADN. ¿Cómo es posible eso? ¡Qué ingenuidad! Pregunto como si no recordáramos que un día el MIR cruzó los ríos de sangre para irse a la cama con su peor enemigo: ADN, y más tarde, los ríos de capitalización, con el MNR. “Qué difícil había sido amar a Bolivia”, dijo entonces Paz Zamora.
Hoy, los probables candidatos andan flirteando, unos con otros. Éste con aquél. El otro con estita y el de allá con el de acá. Los partidos han puesto sus siglas en oferta y les urge saber quién puede pagar más por nuestros servicios. Es lo que importa. Después descubriremos las coincidencias ideológicas y programáticas. ¿O es que alguien puede pensar en virginidad y pureza en política? Eso es ridículo. Finalmente, como dice una frase de no recuerdo qué autor: “La política es el segundo oficio más antiguo del mundo, pero está muy emparentado con el primero”.
El autor es Editor de Los Tiempos
Columnas de Fernando Avendaño