¡Viva Cochabamba!
Crecí entre maíces y manzanos, labrando la tierra con la reja y los bueyes, comiendo lawa y mote en la faena cotidiana y chhanqa de pollo o cuy lambreado en jornada de fiesta. Crecí entre gente que amenizaba sus tardes bebiendo chicha y charloteado en quechua, siempre bajo un sauce o un molle, junto a la casa de adobe. Soy cochabambino, y como tal, también aprendí a amar a mi tierra, sus tradiciones y costumbres, y sentirme un orgulloso cochabambino.
Nací en Cochabamba, crecí en Vinto y estudié en Quillacollo. Por eso, para mí, estos tres municipios siempre conformaron una unidad, un eje sobre el que me fui desplazando a través de los días y los años, algunas veces más urbano, otras más rural.
Qué casualidad, estos tres municipios tienen su fecha aniversario en septiembre. El pasado 5 de septiembre fue el aniversario de Vinto; este 12 lo es de Quillacollo, y dos días después lo será de Cochabamba, como departamento.
En estos tres municipios me empapé de su cultura y no termino de sentirme orgulloso de su historia, de las valerosas cochabambinas, del granero de Bolivia y su fama de tierra gastronómica.
No puedo evitar la nostalgia de lo que durante mi infancia fueron estas campiñas, con los chorros de agua por doquier, y los enormes terrenos de maizales y pastizales para las vacas y la locomotora negra rumbo a Oruro trasportando los alimentos del valle para occidente.
Son mis nostalgias y no puedo evitarlas, aunque de vez en cuando me hago el compromiso de mirar hacia adelante y pensar en las nuevas apuestas de esta tierra: turismo, salud y conocimiento. Como toda persona que ama su tierra, espero que todo esto pueda concretarse en armonía con la naturaleza y seguir sintiéndome feliz de haberme tocado vivir aquí. ¡Viva Cochabamba, maypillapis!
Columnas de Fernando Avendaño