Un pacto por la vida
La pandemia avanza descontrolada. Cerca ciudades y pueblos. Se aproxima a miles de familias. Un tercio del Poder Ejecutivo, encabezado por la Presidenta, está contaminado. La Asamblea Legislativa también tiene varias bajas. Son centenas de tragedias personales que la mayoría de la sociedad lamenta y con las que se solidariza. Estamos en una guerra de grandes dimensiones.
Claramente, la política de salud no es suficiente para contener la pandemia. Faltan laboratorios, pruebas y no existen sistemas de rastreo adecuados. Durante la cuarentena estricta no se actuó de manera eficiente para aumentar el número de camas y respiradores. Esta es la triste realidad de los hechos. En este contexto de nada sirve lamentarse. Ya habrá tiempo para establecer responsabilidades. Es la hora de actuar con rapidez y precisión.
A nivel político, el gobierno nacional está muy desgastado, por diferentes razones. Se ha creado en el país una situación de poder dual. Por un lado, está el Ejecutivo controlado por los Demócratas y, por otro lado, el Poder Judicial y el Legislativo controlados por el MAS. Ambos intentan hacer políticas públicas y generan confusión e incertidumbre. Sus acciones se bloquean mutuamente y los niveles de gobernabilidad se deterioran de manera dramática.
En términos económicos, el aparato productivo entró en una aguda recesión. Máquinas, tierras y personas están paradas. El desempleo creció, tanto en el sector formal como en el informal. Aumenta la pobreza y el hambre amenaza a la población boliviana.
Asimismo, la sociedad boliviana está cada vez más dividida y polarizada. Diversos conflictos sociales están en gestación. Las razones son múltiples, en algunos casos son disputas por las rentas estatales, y en otros son conspiraciones políticas. Para complicar más la situación, vamos a unas elecciones repletas de cuestionamientos (padrones electorales cuestionados, sistemas que favorecen a los votantes del campo) y que, al realizarse en pleno pico de la pandemia, no parece que resuelvan el tema de la disputa del poder y, encima, podrían empeorar el cuadro de contagios y muertes.
En estas condiciones de salud, crisis económica, política y social, el país se precipita al fondo del pozo y quien más sufre es la mayoría de la población boliviana. Una élite política autista continúa en su feroz disputa del poder y aún cree que en medio de caos puede destruir a su enemigo. ¡Dulce ilusión! Una vez más jugamos el chorro-morro colectivo, cuyo resultado es que todos caigamos. El viejo dilema: “odiocracia” o patria, camina en círculos, pero esta vez al borde de un abismo profundo. La vía del odio político sólo lleva a la destrucción. Ninguna de las partes puede vencer. El camino es el de construir patria, este es el último refugio de la esperanza.
En estas condiciones, urge un pacto por la vida, un acuerdo por la sobrevivencia. De manera simple: nos vamos al tacho a paso de parada. Casi como acto de fe me atrevo a proponer una agenda básica. Parece algo ingenuo, pero, desde las trincheras de la sociedad civil y opinión pública, lo único que nos queda es presionar por un pacto. No se pretende un acuerdo en todo y entre todos. Se busca el mínimo que garantice la vida de miles de bolivianos.
Va la agenda para el debate:
Nombrar, por consenso, un equipo multidisciplinar para que luche contra la Covid-19. Nombrar también, por acuerdo, un líder técnico para impulsar este equipo. Crear una institucionalidad que albergue este equipo.
Crear un fondo de 800 millones de dólares por un año para invertir en salud con recursos del Tesoro y la cooperación internacional.
Construir nueve hospitales y equiparlos, uno en cada departamento. Pueden ser hospitales que estaban en construcción deben ser terminados u hospitales de campaña que después se conviertan en centros permanentes.
Establecer un bono de 1.500 Bs. para la base de la pirámide social que se pague cada dos meses con el financiamiento de la suspensión del pago del servicio de la deuda externa.
Acordar una tregua política de un año que viabilice el financiamiento de los programas sugeridos.
Establecer una fecha de elecciones en base a informes científicos y cuando la curva de contagios esté en su parte descendiente.
¿Quiénes participan del pacto? Los partidos políticos en disputa electoral, son ellos los que deben liderar el reencuentro. No se espera que participen todos, pero lo ideal es que lo hagan.
¿Quién toma la iniciativa del pacto? La Presidenta debe liderar el acuerdo. En este contexto, parece difícil que ella continúe de candidata, pero ciertamente entraría a la historia de manera muy diferente y, dada su juventud, tendría futuro político. ¿Quiénes podrían garantizar el pacto? Como en el pasado: La Iglesia católica y la cooperación internacional.
Parece muy ingenuo proponer un pacto donde reina el fanatismo, el revanchismo y se cultiva el odio ideológico como forma de hacer política, pero a los ciudadanos comunes no nos queda más que hacer propuestas.
El autor es economista
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.