Fiasco de sobreoferta eléctrica: ¿qué hacer?
Durante el gobierno del MAS, e impulsado principalmente por los dantescos ingresos de las exportaciones de gas, se construyó todo lo que podía llegar al imaginario de los gobernantes de turno. Así, en el sector hidrocarburos se construyeron la Planta de urea de Bulo Bulo, la Planta separadora de líquidos de Gran Chaco, la Planta de mini GNL, se modernizaron las refinerías y mucho más. Ninguno de estos proyectos tenía consolidado el abastecimiento, los mercados y, por supuesto, ninguno pasaba la más mínima prueba de factibilidad económica y financiera, como hemos analizado en entregas pasadas.
El fiasco de construir por construir y mostrar obras monumentales en los medios de comunicación, a manera de propaganda, no escapó al sector eléctrico. Recordarán amigos lectores los rimbombantes anuncios y propaganda en relación a Bolivia como corazón energético y exportador de energía eléctrica a Perú, Brasil, Paraguay y Argentina (Chile no, por razones obvias). Estos mercados nunca existieron y se los inventaron.
La realidad hoy en día nos muestra que se han construido (sin son ni ton) varias centrales de generación eléctrica. A finales de 2019, el país en su conjunto tenía capacidad de generación de 3.150 MW con una demanda de 1.512 MW y una guapa sobre oferta de 1.638 MW, es decir una sobrecapacidad del 52%.
Para contingencias es necesario tener una reserva fría (respaldo) que debe estar en el orden del 20% de la demanda establecida. En 2019, por lo tanto, la oferta debía situarse alrededor de 1.800 MW y no en los 3.150 MW que se tiene actualmente.
Pero esto no termina aquí. Si sumamos los dos proyectos hidroeléctricos que dejaron en construcción: Miguillas e Ivirizu tendremos, en 2024, otros 495 MW de capacidad instalada. En lo que respecta a construcción de plantas de otras energías, se dejaron 366 MW (eólica 153 MW, solar 108 MW y geotérmica 105 MW). Es decir que en 2024 la capacidad instalada total será de aproximadamente 4.000 MW.
Bueno, asumamos que el país crecerá al 3% (situación que no creemos) y por lo tanto la demanda estimada para 2024 será de aproximadamente 1.700 MW a lo que debemos sumar un 20% de reserva fría, lo que nos da 2.040 MW, por lo tanto, se tiene una sobreoferta de aproximadamente 2.000 MW. Para 2030, la demanda alcanzaría a 2.100 MW, con la reserva fría se necesitaría 2.500 MW y se tendría una sobre oferta 1.500 MW y sin mercados externos.
No había recursos para salud, pero para proyectos energéticos sin sentido los dólares fluían muy rápidamente y de forma similar a lo acontecido en Ecuador.
No se puede llorar sobre leche derramada. Los caminos que nuestros candidatos a la presidencia y sus equipos económicos deben tomar pueden ser:
1) Se cierran centrales ineficientes como Guaracachi, Valle Hermoso, Kenko y otras y/o se venden maquinas ineficientes y se despide personal. No se puede tener rotando maquinaria con gastos de operación y mantenimiento insulsos que le restan recursos a ENDE y a las arcas del Estado, año tras año.
2) Preparan su artillería y estrategia para ver cómo se incentiva el ensamblaje (por ejemplo, Quantum) e importación de vehículos eléctricos de manera de incrementar la demanda eléctrica y usar el excedente de capacidad de generación. Unos 100.000 vehículos pequeños cargando sus baterías en simultáneo generarían una demanda de 100 a 120 MW que no es nada para la sobreoferta existente.
Incentivando la demanda de vehículos eléctricos (y frenando el contrabando y no legalizando lo ilegal con los chutos) rápidamente se podría reducir en algo la demanda de gasolina y diésel que evapora nuestros “dolarachos” que empieza a estar escasos.
No olvidemos que la exploración y producción de hidrocarburos está en franca declinación y esta situación no podrá revertirse antes de media década, aun si empezamos una tarea de exploración extensiva inmediatamente. Al paso que vamos, en siete años más estaremos importando la totalidad de los derivados del petróleo.
Seguiremos insistiendo. El Estado no funciona de empresario. Lo que es de todos es de nadie, enseña un muy sabio adagio popular.
El autor es exministro de Hidrocarburos de Bolivia y actual socio director de Gas Energy Latin America
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