Previsible fracaso electoral
Era previsible el fracaso de la oposición al MAS en las últimas elecciones y las razones eran no solo conocidas, sino que se habían advertido a los actores con suficiente anticipación para que pudieran enmendar las mismas. Pero ellos, además de poner oídos sordos a esas advertencias, incrementaron las causas que, se sabía, los llevarían directamente a su fracaso electoral y, lo más preocupante, condujeron también al fracaso de las esperanzas y expectativas de una buena parte de los electores a los que se traicionó por angurria, ignorancia y ceguera de los que se creían mesías y subieron a unas alturas desde donde no distinguieron la realidad ni las necesidades de esa gente.
Ahora que nos queda solamente ver el futuro considero que hay dos aspectos que nunca deben repetirse para encarar elecciones en las que, es evidente, se pone en juego el futuro de los bolivianos. Empiezo por las causas internas y domésticas de los dos más importantes candidatos perdedores. Ninguno tuvo el alcance de ver el presente y menos el futuro, se encerraron equivocadamente en una guerra de mutua destrucción que consiguió su objetivo: derruyeron, el uno al otro, sus posibilidades de éxito y destrozaron la esperanza de los miles de bolivianos que creyeron en ellos.
La verdadera causa estructural del fracaso de los dos frustrados candidatos tiene componentes de fondo, ninguno tuvo ni tiene el sustento esencial para cualquier candidato, es decir, un partido político. El apoyo y respaldo con los que contaban fue de alianzas y agrupaciones de ciudadanos unidos simplemente por el sentimiento y la expectativa.
Los partidos políticos son agrupaciones de gente que se aglutina porque comparten una misma ideología, unos mismos intereses y los representantes de esos partidos buscan tomar el poder en representación de sus correligionarios. Las agrupaciones de la sociedad civil no tienen ideología que los una, tienen intereses y sentimientos comunes. La ideología es la doctrina filosófica que tiene las ideas que caracterizan el pensamiento de las personas. Y en base a esa ideología, grupos de personas que piensan y siente igual buscan un fin, un resultado y lo hacen a través de los partidos políticos.
El partido político no es una agrupación de ciudadanos que formulan un programa de gobierno, consiguen tener personalidad jurídica y ya está. Un partido debe tener principios, una filosofía de vida para llevar a cabo sus proyectos. Sus líderes organizan un partido político con comandos de gente ideologizada que van formando cuadros políticos en la ciudadanía que va a responder a la convocatoria de ese partido político. No es una agrupación emocionalmente coincidente, son conformaciones de grupos sociales que piensan igual y que tienen los mismos objetivos.
Esos comandos, pueden trabajar en las redes sociales, pero su principal laboral la realizan junto al pueblo, en sus casas, en sus comunidades, en sus vecindarios, en sus ferias y mercados, comen con esa gente, comparten con esa gente, ayudan a esa gente. No se gana al pueblo, al verdadero pueblo, con caravanas de autos, con contenidos en las redes sociales, con fríos mensajes televisivos que tienen el mismo final que una publicidad de jabón de tocador.
Los políticos tienen que embarrarse en el lodo de la realidad donde vive y transcurre la actividad del pueblo y, entonces, cuando pidan su voto, esa gente sabe a quién darle.
Era previsible el fracaso electoral, la macana es que los que pagaran sus consecuencias no van a ser los candidatos, sino el pueblo al que traicionaron.
El autor es abogado
Columnas de FERNANDO RODRIGUEZ MENDOZA