Valorar el hábitat y la capacidad productiva de Cochabamba
Mi primer artículo del año lo dedico a Cochabamba, que le debo tanto y que me permitió gozar de vida y quererla aún más en el trágico 2020. Adicionalmente cumpliremos 450 años, ella, y 70 yo, este 2021.
Cochabamba es más chica que Pando. Potosí y La Paz son más del doble que Cochabamba. Beni casi el cuádruple y Santa Cruz seis veces más extensos que Cochabamba. Los cochabambinos, somos de los más pobres en el país. Nuestro PIB per cápita es menor al de cinco departamentos. El de Tarija fue prácticamente el doble del nuestro. Sólo superamos por un poco los PIB per cápita de Potosí, Pando y Beni. Sin embargo, somos el tercer departamento más poblado del país, de la misma liga de los únicos dos que nos preceden, Santa Cruz y La Paz.
En lo que somos primeros, de lejos, es en nuestra productividad territorial. De los 110 millones de hectáreas del territorio nacional, solamente cinco millones y medio constituyen territorio cochabambino, un 5,1% del total. Sin embargo, ningún departamento se acerca al producto generado por cada una de esas hectáreas. En 2017, mientras cada hectárea de Bolivia en promedio nacional generaba 236 mil dólares de producto al año; una hectárea cochabambina producía casi el triple: 690 mil dólares al año. En la rica Tarija, cada hectárea producía 552 mil dólares y la ingentemente dotada Santa Cruz, sólo produjo 201 mil dólares por hectárea.
Cochabamba es el único departamento que exclusivamente limita con Bolivia. Quizás ello ha influido para que la balanza comercial de Cochabamba con el exterior sea crónicamente negativa. Sin embargo, la oferta exportadora cochabambina, de acuerdo al Instituto Boliviano de Comercio Exterior, tiene la más amplia participación de sectores en los productos exportados. En Santa Cruz, con una mucha más amplia y diversificada dotación de recursos e infraestructura instalada, los primeros 10 productos de exportación representan el 83% del valor total de exportaciones departamentales. Mientras en Cochabamba, el valor de los primeros 10 productos de exportación representa únicamente el 68% del valor total de sus exportaciones. Adicionalmente, el valor unitario de cada tonelada exportada por Cochabamba (244 dólares por tonelada) es superior al valor por tonelada de las exportaciones de Santa Cruz ($us. 235/t), Chuquisaca ($us. 136/t) y Tarija ($us. 96/t).
Lo anterior apunta a que el espectro de la producción cochabambina es de los más amplios en el país. Así como predominan en ella actividades primarias, al mismo tiempo cuenta con un latente sector industrial y con un significativo sector de servicios en el que destacan los educativos, los de salud y los de tecnologías de la información y comunicación. Mientras los educativos y de salud datan de mucho tiempo y cuentan con destacadas instituciones, los últimos son naturalmente recientes y es usual que tengan en Jalasoft su mayor referente. Sin embargo, los pocos datos oficiales con que se contaba acerca de empresas de software registradas en el Registro Obligatorio de Empleados del Ministerio de Trabajo, Empleo y Previsión Social, en 2015, señalaban que, de las 22 empresas registradas, ocho, es decir el 36% son de Cochabamba.
Pero lo que es más importante aún, de los 869 empleados registrados que tenían dichas empresas, en Cochabamba se ubicaban 667 empleos. Es decir, el 77% del empleo generado por empresas de tecnologías de la información y comunicación registradas en el país, se ubicaba en Cochabamba. Pero no solo en la industria del software Cochabamba tiene clara vanguardia, también lideraba el uso de Internet en educación con el mayor número de telecentros educativos comunitarios en el país.
Así las cifras, la principal fortaleza cochabambina pareciera ser su capital humano, su capacidad para valorizar el hábitat y producir en él la más diversificada oferta que el país es capaz de generar. Apariencias a un lado, esto no puede estar más alejado de los relatos sobre la negatividad y conflictividad de los cochabambinos que los propios cochabambinos difundimos, creemos y ejercemos.
Para entender este contrasentido, debemos recordar que Cochabamba, desde los años 70 del siglo pasado, tiene un retraso persistente en su crecimiento en relación a otros departamentos en el país. Es así que a mediados de los 70, pasamos de segunda a tercera economía en el país y en 2013, solo esporádicamente, la cuarta economía en Bolivia.
Adicionalmente existe permanente información sobre empresas y talentos cochabambinos que migran hacia Santa Cruz y el extranjero. Si pese a ello, en Cochabamba renovamos lideratos en sectores de vanguardia de la nueva economía nacional y mundial, puede ser atribuido a dos fenómenos, ambos naturalmente posibles: lo que estamos viviendo son los últimos estertores de la declinante vitalidad cochabambina, que se expresa multifacéticamente en falta de lideratos individuales, institucionales y de visiones compartidas, o, por el contrario, nuestros conflictos, contradicciones, peleas y aparente bronca generalizada con nuestro propio ser departamental, se deben a que justamente tenemos fibras que se resisten, sin saber muy bien cómo, a seguir el camino de la inapelable decadencia.
Detrás de las notables características cochabambinas no pareciera que los cochabambinos nos retrasamos porque nos peleamos, sino que nos peleamos porque nos resistimos a seguir retrasándonos y no alcanzamos a estructurar proyectos que potencien el inmenso vigor y capacidad innovativa de Cochabamba, ni a generar instituciones y lideratos que converjan en proyectos comunes. Pero esta situación es insostenible en el mediano y largo plazo, en los cuales, sino generamos un proyecto común, estaremos inapelablemente condenados al retraso persistente y creciente.
Cochabamba solo alcanzará a superar esta situación si cambia su dinámica de inserción en la economía nacional y en la mundial. Mientras otros departamentos parecen tener la llave del éxito ya por varios años o estar frente a nuevos sectores generadores de ventajas y excedentes sustantivos, los cochabambinos no tenemos a mano ninguna receta de clara y legítima aplicación, lo que incide en nuestra mayor atomización y conflictividad, que deviene polifacética y omnipresente.
El sitial de nueva inserción de Cochabamba en la economía nacional, sólo será alcanzado cuando el país y Cochabamba, de manera especial, hayan avanzado en el despliegue del capitalismo de sociedad.
Es la segunda vez que hago mención al capitalismo de sociedad, que espero abordarlo en un próximo artículo, mientras el capitalismo de rosca suspira y cabildea nostálgicamente y el capitalismo de Estado cree que arrasando en elecciones o decretando nuevos impuestos, podrá retomar el modelo económico, social, comunitario y productivo.
Los cochabambinos entre tanto, con creciente impaciencia y, al mismo tiempo visión de largo plazo, ojalá atinemos a pensar que los 450 años de fundación de nuestra ciudad los viviremos afligidos pero que en los 490 –70 veces 7– no alcanzaremos lo imperdonable, sino que lograremos lo que de manera invalorable hemos seguido haciendo aun en nuestra crónica postergación y en medio de errores imperdonables: la valoración de nuestro hábitat y de nuestra capacidad productiva.
El autor es economista, ernesto.aranibar@gmail.com
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