2022, señales de una transformación irreversible
El 2022 fue un año particularmente complejo y contradictorio que, por un lado, mostró que los viejos males de la humanidad siguen vigentes y activos y, por el otro, aceleró la transición hacia una etapa de profundas e irreversibles transformaciones, cuyo alcance aún no podemos vislumbrar.
La invasión militar a Ucrania evidenció que la amenaza de la guerra y la ambición de las potencias por tierras y riquezas ajenas siguen tan vigentes como en toda la historia. El mundo no se liberó del fantasma de la Covid-19 y las nuevas enfermedades, aun aquellas benignas, activaron oleadas de miedo y confusión. La salud volvió a ser un tema prioritario y lo será por muchos años. Los nacionalismos se han fortalecido y los millennials y centennials siguen ganando espacios, presagiando la emergencia de una nueva generación de derechos individuales y colectivos, y nuevas formas de garantizarlos. La tendencia parece ser una globalización económica y tecnológica, en un mundo políticamente fragmentado.
La economía se ha desacelerado y el crecimiento global cayó de 6,0% en 2021 a 3,2% en 2022 y se prevé que la cifra en 2023 alcanzará a 2,7%. China y Europa están mostrando decrecimientos importantes y sus monedas se han debilitado. Mientras una disminuye su producción y su comercio, la otra cae en la peor crisis energética desde la II Guerra Mundial. Estados Unidos ha entrado a una inminente recesión que puede convertirse en una crisis financiera, si no logra salir de su peor inflación en cuatro décadas y si no termina con su política de mantener elevadas tasas de interés.
Latinoamérica también sufrió los efectos de la crisis. De acuerdo con la CEPAL, nuestra región bajará su crecimiento de 6,7% en 2020, a 3,7% en 2022 y a 1,3% en 2023. Países como Argentina, México, Chile, Brasil, Colombia y Uruguay sufren índices de inflación elevados y en todas las naciones la deuda pública crece a niveles históricos, lo que contribuye a aumentar la pobreza moderada a más del 33% y la extrema a 13,2%. El desempleo es el mayor problema de la región, y actualmente bordea el 10%, uno de las más altos en los últimos años y que en números absolutos significa que hay 29 millones de desempleados, frente a 24 millones que se registraban en 2019.
Pese a que 2022 trajo algunas variables positivas para la región, como el mantenimiento de los precios altos de las materias primas, el incremento de la demanda externa para la producción agrícola, ganadera, energética y mineral y el sostenimiento de las remesas elevadas, en contrapartida el financiamiento fue escaso y caro, y los flujos de capitales están desacelerándose, la importación de insumos y maquinaria se encarece, se mantienen las amenazas sobre la cadena de transportes y suministros y los conflictos sociales se están generalizando en varios países.
El cambio climático cobra facturas cada vez más elevadas y los desastres que provoca han causado graves problemas en Europa, África subsahariana, Asia Pacífico y el Caribe. Alternadamente en 2022, hemos visto oleadas de calor, incendios forestales, tormentas tropicales e inundaciones sin precedentes, que parecen confirmar los diagnósticos más pesimistas sobre sus efectos devastadores. “Las temperaturas globales siguen aumentando, y nuestro planeta se acerca rápidamente a puntos de inflexión que harán que el caos climático sea irreversible”, ha dicho el Secretario General de la ONU en la reunión del COP27, realizada en noviembre pasado.
El año que termina también ha traído transformaciones importantes en el desarrollo tecnológico aplicado, especialmente en las áreas de educación, salud, gestión pública, logística e industria. En 2022, el teletrabajo, los startups, el marketing digital, los webinars, la educación a distancia, las redes sociales, entre otros, han avanzado notablemente en desarrollo, diversificación y sobre todo alcance y penetración, provocando transformaciones sustantivas en la cotidianidad ciudadana, la política, la economía, la gestión del conocimiento y las áreas sociales. Con sus grandes beneficios, pero también con sus problemas de desigualdad, crisis generacionales y debilidad normativa, la incorporación de la tecnología en todas las actividades será uno de los grandes temas que la humanidad tendrá que enfrentar en el futuro cercano.
En el año que concluye el mundo llegó a los 8 mil millones de habitantes, en medio de contradicciones, incertidumbre y grandes temores, pero también de esperanzas. Ya no podemos cambiar lo que pasó en los últimos 12 meses, sin embargo podemos aprender de los errores, cambiar lo que se hizo mal y seguir trabajando para alcanzar bienestar con justicia; crecimiento individual con desarrollo social y progreso humano con protección del medioambiente. Estos objetivos dependen cada vez más de nuestra decisión común y de nuestra exigencia a quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones en nuestro nombre.
Columnas de RONALD NOSTAS ARDAYA