Incendios y sequía
En los últimos cuatro años, los incendios forestales arrasaron más de 18,6 millones de hectáreas.
La buena noticia es que en lo que va de 2023 el fuego ha destruido un área menor que las devastadas en los últimos cuatro años (un millón de hectáreas contra 5,7 millones de 2019). La mala es que los incendios forestales están poniendo en riesgo los parques nacionales y amenazan con incrementarse.
Justamente ayer, el Viceministerio de Defensa anunciaba una escalada de incendios en el norte de La Paz. El fuego arrasa “como nunca” en ese departamento, según esa instancia del Estado, pero Santa Cruz sigue siendo el más afectado por los focos de calor. Le sigue Beni.
Las causas son las de siempre: chaqueos descontrolados, expansión de la mancha urbana, por los avasallamientos clandestinos, en fin, la premeditada intención de contar con más espacios para cultivos o para urbanizaciones ilegales.
Este año, los incendios están intensificando la sequía que ya afecta a buena parte del país y es, a su vez, un factor propicio para la expansión del fuego.
Los incendios de bosques y pastizales secos, dicen los expertos, ocasionan la pérdida de suelo fértil, el aumento de la erosión y la contaminación de acuíferos. El fuego no sólo afecta la provisión de agua, sino que también la contamina con sus cenizas haciéndola nociva para el consumo humano o animal.
Dicho de otro modo, se trata de un suicidio ambiental del que la población, y en especial los autores de estos atentados, no parecen estar conscientes.
Por si el agravamiento de la sequía no fuera suficiente, surge otro efecto que llega mucho más directamente al ciudadano: la contaminación atmosférica, como la que vive hoy Santa Cruz, donde prácticamente se ha recomendado a la población usar barbijos, evitar actividades al aire libre e incluso salir a la calle.
Así están las cosas en la ciudad oriental por causa de los incendios forestales vecinos, al punto de que se exige una declaratoria de emergencia municipal.
No queda más que, una vez más, exigir mayor control de las zonas vulnerables al fuego, tanto en materia preventiva como paliativa, y, a largo plazo, contar con una política de cuidado integral de los bosques y área protegidas.
Es importante también la coordinación entre los diferentes niveles de Gobierno, y que las diferencias políticas no sean la agravante para la extensión imparable del fuego.
Finalmente, hoy más que nunca, en este contexto de sequía y contaminación atmosférica urge concienciar a la población sobre la importancia de evitar más incendios en las zonas protegidas.
Nos urge la situación de sequía, nos urge nuestro sistema de acuíferos, nos urge la vida.