Basura, un problema de todos
Han pasado cuatro años desde que las autoridades de los municipios del eje metropolitano y de la Gobernación comenzaron el ejercicio de los mandatos para los que fueron elegidos y entre las tareas prioritarias que debían emprender estaba resolver la gestión de los residuos sólidos. Sin embargo poco hicieron en ese aspecto y la realidad de los botaderos a cielo abierto que funcionan en la mayoría de los municipios no ha cambiado.
Si bien ahora el foco está en el cierre de K’ara K’ara y su impacto en la ciudad, porque la basura de más de medio millón de habitantes no tiene dónde ser depositada, el problema se extiende a los demás municipios del eje, excepto Sacaba.
Quillacollo y Colcapirhua tienen botaderos a cielo abierto que son casi vecinos. Los sitios son precarios y el proceso al que someten los desechos se limita a enterrarlos y controlar los líquidos lixiviados de la basura descompuesta.
Decenas de segregadores esperan la llegada de los carros basureros para recuperar lo que tiene algo de valor y encaminarlo a su reutilización y reciclaje.
Se trata de esfuerzos de personas que se atreven a escarbar en la basura, a veces, con muy poca protección y expuestas a riesgos para su salud, pero lo hacen y el fruto de su trabajo son cientos de bolsas llenas de botellas plásticas, que son llevadas en camiones a las empresas recicladoras.
Ese es el panorama en los vertederos que, además, están apenas separados de las construcciones cercanas, en algunos casos a escasos metros, con alambrados o malla olímpica.
La forma en la que las alcaldías y los operadores encaran el tratamiento de los residuos es bastante precaria. Y la industrialización de los residuos se reduce, en el mejor de los casos, a recuperar el plástico, vidrio y cartón, y a la producción de abono.
Por ello es urgente reflexionar qué han hecho en cuatro años las autoridades, los operadores y la población. En muchos municipios, ni siquiera se cobra una tasa de aseo urbano. En Cercado es un servicio que el usuario paga con su factura de energía eléctrica.
Aunque se trata de un problema común y creciente, en la mayor parte de los municipios la realidad es la misma que hace cuatro años. Las autoridades, además, deben lidiar con los conflictos de las comunidades que sufren los efectos ambientales.
En gran parte del eje se tienen botaderos igual o peor que el de K’ara K’ara. Sin embargo, los esfuerzos para cambiar esta realidad son insuficientes. Los argumentos son diferentes, como el que ningún municipio está dispuesto a recibir la basura de otros.
Basta ver cómo sufre la ciudad cada vez que se cierra el botadero de K’ara K’ara para entender que no se puede perder más tiempo y todas las alcaldías, junto con la Gobernación, al menos, deben dejar sentadas las bases para industrializar la basura.