El agronegocio y la prolongación de la vieja política
El documento de investigación Santa Cruz S.A. El mito empresarial y la realidad depredadora, elaborado por Staciek Czaplicki, Suzanne Kruyt, José Octavio Orsag, Blanca Rivero y Huáscar Salazar, del Centro de Estudios Populares (Ceesp), ofrece una lectura poco común sobre el agronegocio cruceño: lo presenta como un mito. Esta caracterización parte de una constatación clave: gran parte del discurso en torno a este sector carece de un sustento objetivo que explique la actual crisis nacional. Esto se debe, principalmente, a que su propósito nunca fue garantizar la seguridad alimentaria, ni mucho menos consolidarse como un sector realmente autónomo del Estado.
Por el contrario, el agronegocio cruceño ha mantenido, desde la última década del siglo XX, una relación estrecha con el Estado. Ha recibido subsidios directos, como la subvención a los combustibles, acceso privilegiado a créditos y apoyo en la expansión de la frontera agroindustrial. A partir de estos elementos documentados por el Ceesp, cabe preguntarse en tiempos electorales: ¿por qué los candidatos siguen apostando abiertamente por el agronegocio como solución a la crisis económica y energética del país?
Una hipótesis que sugiere el Ceesp es que los aspirantes a la presidencia para el periodo 2025-2030 desconocen, o prefieren ignorar, la historia reciente del país. De otro modo, resulta difícil explicar por qué insisten en presentar al agronegocio como una tabla de salvación. O tal vez sea que estos candidatos continúan anclados en el relato de los viejos políticos del siglo pasado, de quienes intentan desmarcarse con discursos supuestamente modernos, aunque en el fondo sus propuestas se reduzcan a la promoción de semillas genéticamente modificadas, también conocidas como transgénicas.
Si los discursos de campaña en torno al agronegocio están tan impregnados del mito empresarial cruceño, convendría dejar de presentar viejas fórmulas como si fueran innovadoras. Mucho menos pretender que con ellas se inaugura una “nueva forma de hacer política”. La supuesta madurez y renovación que algunos candidatos exhiben no parece ser más que la continuidad, con otro ropaje, de la vieja política de la que dicen haberse alejado.
Así, aunque se nos insiste en que el país enfrenta una crisis al borde del colapso, todo indica que estamos ante una nueva arremetida del agroempresariado cruceño para rediseñar sus mecanismos de captura del Estado. Amplifican el miedo para desmovilizar cualquier resistencia social, y en ese contexto, ningún candidato, por más sabio o innovador que se proclame, está proponiendo una forma verdaderamente distinta de concebir la relación entre sociedad y naturaleza.
Quizá los candidatos para las elecciones de 2025-2030 deberían detenerse a pensar en cómo construir un Estado que trate con justicia tanto al empresariado agroindustrial como a la agricultura familiar y campesina, que es, en los hechos, la que sostiene el abastecimiento alimentario en las ciudades intermedias y capitales. Al final, esta reflexión también corresponde al conjunto de la ciudadanía al momento de ejercer su voto. Porque, al menos en lo que respecta al modelo agroindustrial, todo indica que elegir entre uno u otro candidato podría ser, en el fondo, votar por lo mismo.
El autor es politólogo
Columnas de VLADIMIR HUARACHI COPA