Un hijo de Simón Bolívar
Tal como nos la contaron, es una linda historia de amor.
Simón Bolívar era el héroe del momento. Libertador de la Gran Colombia y líder de las fuerzas patriotas tras el retiro de San Martín, cruza el río Desaguadero en agosto de 1825 e ingresa a Charcas seis días después de que ese territorio se declarara independiente y fundara una república a la que le daba su nombre.
Ni siquiera era como un príncipe sino un rey, uno que, a caballo, encabezaba el ejército que había derrotado y puesto en fuga a los españoles. A ello se sumaba la versión extendida de su riqueza y su bien ganada fama de invencibilidad. Se decía que participó en casi 500 combates y solo perdió seis.
Con esa aura ingresó a Potosí el 5 de octubre de 1825.
En Potosí conoció a María Costas, con la que sostuvo una relación que duró el tiempo de su permanencia en la legendaria ciudad. La mujer le reveló que se urdía un complot para asesinarle encabezada por su tío León Gandarías y él le expresó su gratitud en el lecho. Como resultado de esos amores, María se embarazó y comunicó el hecho a Simón, que ya se encontraba lejos de la Villa Imperial. En una carta, el Libertador le pide “que el botín de ese combate se reserve en lo más profundo e íntimo del arsenal de nuestros corazones” y, tras el nacimiento del niño, le pide a uno de sus oficiales, el coronel José Miguel de Velasco, que, bajo el más absoluto secreto, vaya hasta Potosí para recoger a María y su niño con el fin de verlos a ambos en Lima.
En la Ciudad de los Reyes, Bolívar conoce a su hijo y le pide al pintor Gil de Castro que pinte un retrato de su madre. Luego, mujer y niño retornan a Potosí con los mismos cuidados con los que fueron recogidos. Ya en su tierra natal, María cuida a su hijo que, años después, formaría su familia.
Ese relato, que Julio Lucas Jaimes popularizó tras la publicación de su libro “La Villa Imperial de Potosí…”, es más digno de una novela romántica que de un estudio historiográfico y podía haberse quedado atesorada en las páginas de la literatura de no mediar un detalle importante: la existencia de un hijo que, además, tuvo descendencia.
Ese fue el eje alrededor del cual giraron las lecturas, consultas y búsqueda de pruebas tanto en Potosí, donde habrían ocurrido los hechos, como en Buenos Aires, ciudad en la que el Archivo General de la Nación contiene la mayor parte de los documentos de los últimos años del periodo colonial y los que se generaron durante la Guerra de la Independencia.
Lo que ofrecemos en el libro “Sangre de Bolívar en Bolivia (El misterioso hijo del Libertador)” no son relatos ni narraciones recogidas de la tradición oral. Las fuentes consultadas arrojan como resultados hechos comprobables y esos son los que presentamos en este trabajo.