Cuando hacer lo correcto es la excepción
La Policía Boliviana condecoró el lunes pasado a un sargento porque rechazó un soborno de 10 bolivianos de un conductor que no tenía su licencia de conducir y, según el justificativo para galardonarlo, así probó su honestidad.
Tal vez quienes están al mando del organismo de seguridad pública pensaron que otorgar al uniformado la condecoración al Mérito en el Grado de Oficial serviría para lavar, aunque sea un poco, su tan empañada imagen por los últimos casos de corrupción, narcotráfico y otros delitos en los que policías son protagonistas.
Sin embargo, la reacción de mucha gente fue contraria. La crítica más común es que es casi vergonzoso que la Policía premie una cualidad, la honestidad, que debería ser la regla entre los agentes de la institución y no la excepción.
La condecoración se convirtió así en una admisión de que en filas policiales son contados los honestos y que, cuando aparecen públicamente, hay que premiarlos.
Esta realidad se reflejó además en la opinión pública. Los ciudadanos observaron el hecho de que un policía rechace una coima como una novedad y hasta fue noticia del día en los telenoticieros.
Pero el caso hizo también que varias víctimas de policías relataran en las redes sociales sus experiencias con uniformados extorsionadores que actualmente ya no piden 10 bolivianos, aseguran, sino que exigen hasta 200 bolivianos por una infracción de tránsito, confirmando que la regla es extorsionar.
En medio de todas estas reacciones, es de esperar que la Policía se haya dado cuenta de que identificar, casi como a una aguja en un pajar, a uniformados honrados, es una llamada de atención para aplicar en la institución medidas estructurales que le permitan contar con personal en su mayoría capaz, honesto y respetuoso, una tarea difícil, pero que la población la demanda.
Jefa de Redacción de Los Tiempos
Columnas de María Julia Osorio M.