Fútbol y gustos
Ignorante como soy en materia de fútbol, mis preferencias se decantan por el lado menos deportivo.
Por principios, por el llamado de la tierra y los genes, apoyo a la selección de mi país pese a que ya lleva un cuarto de siglo sin regalarnos alegrías. Fue eliminada con pena y sin gloria de la Copa América así que, para no mantenerme del todo alejado del planeta, tuve que elegir otros equipos a los cuales apoyar. Argentina y Perú son mis opciones, siempre en ese orden, y le explico por qué:
Como publicó Martín del Barco Centenera en 1602, Argentina le debe su nombre a Potosí. Los sobrevivientes de la expedición de Alejo García a la fabulosa Sierra de Plata reportaron la existencia de un lugar en el que abundaba el argentífero metal y, por ello, sus compañeros bautizaron con el nombre de Río de la Plata a la enorme extensión de agua dulce que nace de la unión de los ríos Paraná y Uruguay. Esa sierra era Potosí.
En 1776, el rey Carlos III creó el Virreinato del Río de la Plata y desde entonces, hasta por lo menos 1810, el destino de Potosí estuvo vinculado al hoy territorio argentino.
Lo de Perú requiere menos explicaciones. Tras las invasiones incaicas, muchos de los territorios conquistados, entre ellos los del actual Potosí, pasaron a depender del Tawantinsuyu. Hasta 1776, Bolivia y Perú fueron uno solo.
Claro que, así como hay motivos para la afinidad, existen otros que dan pie a renegar del pasado común entre bolivianos y peruanos y entre bolivianos y argentinos. Para empezar, el Tawantinsuyu no era ninguna utopía. Los pueblos del hoy occidente boliviano fueron conquistados por el inca del que después se convirtieron en vasallos. En cuanto a Argentina, la Guerra de la Independencia marcó nuestra separación debido a los abusos de los ejércitos de Castelli, Belgrano y Rondeau. Es más, el ejército de Manuel Belgrano saqueó la Casa de Moneda y, no conforme con ello, intentó hacer volar ese edificio pero los potosinos, oportunamente alertados por un oficial rioplatense de apellido Anglada, lograron desactivar los explosivos.
En otras palabras, hay motivos históricos para sentirnos hermanados con argentinos y peruanos pero también razones para no querer saber nada más de ellos. Eso sí… no negará usted, amable lector, que es mejor elucubrar sobre estas motivaciones para elegir una u otra selección que escoger una simplemente porque sí, por simple gusto o moda o porque “tiene un equipazo”. No sé usted, pero yo prefiero optar por los vínculos históricos y apoyar equipos en consecuencia. No importa que después sean eliminados.
El autor es periodista, Premio Nacional en Historia del Periodismo.
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