Cuestión de prioridades
Belladona se habría salvado si sus habitantes hubiesen entendido que unidos con un mismo objetivo podrían haber derrotado al peor de sus enemigos.
Sin embargo en muchos anidaba la codicia, la idea de un futuro mejor, o de hacer las cosas siguiendo la receta que aparecía en cualquiera de los libros de la biblioteca de ese pueblo; por eso ponerse de acuerdo no era su guía principal.
Santa María de la Piedad y Vicuña, una de las protagonistas de este caserío también conocido como El valle de los caídos, título del libro del escritor Ronnie Piérola Gómez, muestra cómo cada protagonista va sufriendo un sinnúmero de adversidades.
Quienes pagan las peores facturas por los errores del líder de turno son los inocentes, los pobres, los que siguen los reglamentos, los desventurados y los desprotegidos. Al mismo tiempo, ellos deciden buscar sus soluciones y, como cada una de éstas carece del consenso general, el resultado es malo. No les cuento el final, es probable que a esta altura del artículo ya se hayan dado cuenta, si no lo han hecho los invito a leer esta obra que fue presentada antes de los 28 días calamitosos que ha vivido Bolivia.
La moraleja que podría colegirse de Piérola es amplia y generosa: juntos podemos lograr más cosas que estando separados. Empero si seguimos creyendo que un líder nos sacará del lamentable estado de pobreza estructural, mental y espiritual, donde vivimos, nos equivocamos. Solos, no conseguimos gran cosa. Así que vale más leer con atención el mensaje impreso en nuestras monedas y que dice: “La unión es la fuerza”.
¿Será posible que no prestemos atención a aquello que es evidente a nuestros ojos y tengamos que vivir aterradoras experiencias para darnos cuenta de que el sol ilumina igual a todos y que vivimos en un territorio al que llamamos Bolivia al que estamos desangrando hasta que ya no le quede una gota?
El vampirismo llegará a un fin y quedaremos exangües sin ni una gota de sangre para el futuro.
Por eso, ahora con la cabeza un poco más fría, recogiendo escombros, limpiando las calles, consumiendo nuestros productos, debemos pensar qué es lo que queremos. Pero pensar en serio, no emitir memes o mensajes de autoayuda. Sino considerar que la reconstrucción de Bolivia empieza por uno mismo con sólidos pilares, no esos de barro y por tanto efímeros. Aquellos, internos, que me pueden decir que mañana puedo caminar segura por la calle, puedo respirar un aire más puro y que encontraré un profundo respeto por la naturaleza y por todos y cada uno de los seres que pueblan esta nación.
La autora es magíster en comunicación empresarial y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER