
INTERFAZ
La astucia de la que se ufanaba, aquella que le sirvió para ganarse la confianza de sus jefes y escalar posiciones en casi tres décadas, no había sido ilimitada. Siempre hizo más de lo que le pedían. Así navegó con viento a favor por las aguas de los gobiernos neoliberales, del régimen de Evo Morales y, por supuesto, de la administración de Luis Arce.
F altan dos meses para la realización de uno o dos congresos nacionales del MAS. Las acusaciones cruzadas de narcoprotección, corrupción, traición y manejo fracasado de la economía, y los anuncios de demandas penales con advertencias de movilizaciones como respuesta pueden escalar a otro nivel en la pugna masista, a uno en el que mande la violencia política.
El presidente Luis Arce ha iniciado públicamente la cuenta regresiva hacia la celebración del bicentenario de la fundación de la República con su discurso del 6 de agosto en la Casa de la Libertad. Afirmó que se viene para el país la “segunda y definitiva independencia”. Dejó entrever que será encarada, salvo contingencias, con el equipo ministerial que, en su mayoría, está con él desde hace dos años y nueve meses.
Se fue julio, no Julio Iglesias, el mes más importante para los paceños, aunque no hubiera sido extraño que el veterano baladista español hubiese estado en carpeta para actuar en la verbena, junto a Los Auténticos Decadentes y otros artistas extranjeros y nacionales. Calló la música y se apagaron las luces. ¿Qué queda después de la celebración en La Paz?
Los casos de narcotráfico, muchos de ellos verdaderos escándalos, han sido noticia permanente en estos dos años y casi nueve meses de gobierno. Uno tras otro, han desfilado por las pantallas de televisión y las agendas de los medios tradicionales y digitales del país. Dan cuenta de que la actividad está en apogeo y tiene acorralados a quienes deberían combatirla.
Relanzar el Ejecutivo, probablemente en agosto, a propósito de los 198 años de fundación de la República, y capturar el instrumento político, en octubre, con motivo del Congreso Nacional del MAS, están marcados en el calendario del arcismo como hitos de este segundo semestre y de la estrategia de reelección presidencial. Requieren firmeza en la decisión política y claridad en la trasmisión de mensajes.
El Ejecutivo parece estar en su propio metaverso, un mundo paralelo en el que no hay incertidumbre por shocks económicos y políticos; el periodo especulativo financiero que hizo desaparecer los dólares ha sido superado, la corrupción, el narcotráfico y la violencia son meras fábulas y Bolivia es gobernada por un partido cohesionado, dedicado al bienestar de la gente.
“En la práctica se ve quiénes están con quienes; quiénes respaldan la revolución y quiénes buscan destruirla para satisfacer intereses mezquinos de una sola persona que busca incendiar y destruir nuestro país para regresar a gobernarlo, aún a costa del pueblo”.
“Aquel señor que vimos ingresar a Palacio en 2005, ganando con más del 50% de los votos, y con una mochila llena de esperanza, hoy lamentablemente es un hombre totalmente cambiado”. Son dos de varias frases disparadas por Eduardo Del Castillo contra Evo Morales.
En la evaluación de la primera mitad de mandato del presidente Luis Arce Catacora, que se cumplió el 8 de mayo, anoté en un artículo de opinión los serios problemas de gobernabilidad que enfrenta y han alejado la esperanza ciudadana expresada en más del 55% de respaldo electoral en 2020 además de alentar la incertidumbre sobre lo que pasará en el futuro inmediato para los bolivianos.
La historia de Bolivia está llena de momentos duros en los que se abrieron heridas que aún no cicatrizan. Las masacres ocurridas en febrero y octubre de 2003, durante el gobierno del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada, perduran en la memoria colectiva porque marcaron un antes y un después en la sociedad misma.