En Leópolis. Biblioteca se convierte en fábrica de redes miméticas
LEÓPOLIS |
Nadie acude estos días a buscar libros ni a leer a la biblioteca municipal de Leópolis, donde el habitual silencio ha tornado en un continuo bullicio de cientos de voluntarios. Allí trabajan a destajo para confeccionar a mano las redes de camuflaje que las tropas ucranianas usan en las trincheras.
En el número 9 de la Ploshcha Rynok, la bellísima y antigua plaza del Mercado, se levanta la biblioteca municipal de esa ciudad. Un edificio antiguo, de arquitectura austro-húngara, como el resto del encantador centro histórico de esta ciudad, donde la guerra en curso, que cumple hoy 27 días, ha cambiado todo.
En la biblioteca hay decenas de voluntarios, entre ellos muchas mujeres de diversas edades, jóvenes, jubilados, que trabajan a toda máquina para fabricar, a mano, preciadas redes de camuflaje militar, totalmente artesanales.
“Las hacemos, como en muchos otros lugares de Ucrania, para que nuestro soldados puedan ocultar sus blindados, camiones y demás vehículos militares, para las fuerzas de defensa, para sus barricadas, para las guardias de frontera, porque son redes de camuflaje especiales, muy requeridas, hechas a mano y mucho mejores que las artificiales”, explica Victor Ponomaryov, exdiplomático ucraniano con 25 años de carrera en sus espaldas, que muestra esta increíble “fábrica” montada en medio de estanterías, ficheros y libros.
En la planta baja de la biblioteca, en medio de cajas de cartón llenas de ropa vieja, hay voluntarios con tijeras que cortan el material —viejas camisas, pantalones, remeras—, en tiras de un metro cada una. Es el primer paso de la cadena de producción. Las tiras luego irán al primer piso, donde otro grupo de voluntarios, en virtuales telares armados también utilizando algunas estanterías, con sus dos manos están cuidadosamente atando las tiras y armando las redes de camuflaje. “Estamos utilizando hilo de pescar que nos enviaron desde Polonia”, precisa Ponomaryov, que tiene 66 años, ya se jubiló, ya no es diplomático y es uno de los voluntarios más entusiastas de la biblioteca.
“¿Por qué todos, soldados, oficiales, prefieren nuestras redes de camuflaje, de 6x4 metros, hechas a mano, en lugar de las artificiales?”, pregunta. “Muy simple: porque los drones del enemigo, que sobrevuelan continuamente el territorio, tienen computadoras que analizan los datos y encuentran patrones que evidentemente se repiten en las redes artificiales, industriales... Mientras que las nuestras, todas distintas, como con gusanos borrachos, realizadas por varias personas, en diversos turnos, son totalmente indetectables. No hay ningún modo de que una computadora se de cuenta del camuflaje. Y por eso son tan requeridas”, contesta.
En el primer piso, su esposa, Victoria, que se fue junto a él de Kiev el 3 de marzo pasado, es parte del ejército de tejedoras de redes de camuflaje. “Trabajo aquí cuatro, cinco horas al día. Aunque la semana pasada fui a una escuela para preparar ravioles para nuestros soldados”, cuenta, muy amable y sonriente.
¿Que piensa de la situación? “Espero que termine esta guerra, que es una locura de Putin y espero que nosotros podamos nuevamente vivir en paz, en nuestras casas. El pueblo ucraniano defiende su territorio y va a ganar”, contesta, reflejando ese espíritu de resiliencia y combate que reina entre todos los ucranianos.
Su marido, un exdiplomático que en los últimos años de carrera fue ministro plenipotenciario de Ucrania en Pekín, que habla varios idiomas, también está totalmente convencido de que llegará, antes o después, la victoria.
“Es una pregunta de varios millones de dólares cómo y cuándo va a terminar esto. No soy un adivino, pero analizando las cosas puedo decir, ante todo, que yo estoy seguro de nuestra victoria”, afirma. Y destaca, al igual que todos los analistas militares, que “Putin no ha comenzado esta guerra para terminarla sin ganar y que hasta ahora no tuvo ningún éxito”.
“Se sabe que él quería tomar Kiev en dos o tres días. Tanto es así que nuestros soldados encontraron cerca de Kiev un contingente ruso que llevaba uniformes de gala, con medallas y todo, porque ya estaba organizado un desfile militar en Kiev”, revela. “¿Por qué los rusos comenzaron la guerra un jueves (24 de febrero)? Porque pensaron que el jueves Europa se iba a despertar muy sorprendida, sin saber qué hacer, comenzaba a discutir las sanciones, pero el domingo ya iba a estar todo terminado y tranquilo, con un cambio de gobierno en Ucrania. Este era el plan”, indica.
Pero hubo una resistencia que los rusos no se esperaban, destaca Ponomaryov, que admite que ahora la situación es mucho más intrincada, más complicada. “Yo pienso que las sanciones impuestas por Occidente a Rusia, cuya economía se está derrumbando, dentro de poco generarán hambre. En este marco, los rusos deberán hacer algo: o matan a Putin o se convierten en un país del Tercer Mundo”, estimó.