Cuatro delitos ambientales se extienden por cinco países que forman la Amazonía
El tráfico de vida silvestre, la tala ilegal de árboles, la minería ilegal de oro y la quema de tierras, son delitos ambientales que se están extendiendo por cinco países de América Latina y el Caribe: Ecuador, Venezuela, Bolivia, Guyana y Surinam.
Dado que el territorio de estos cinco países representa alrededor del 20 por ciento de la cuenca Amazónica, han perdido en conjunto 10 millones de hectáreas de bosque en las últimas dos décadas, un área equivalente a la de Portugal, según el informe “Amazonía saqueada: las raíces de los delitos ambientales en cinco países” elaborado por InSight Crime y el Instituto Igarapé.
La cuenca amazónica está cubierta por casi 8 millones de kilómetros cuadrados de selva tropical, lo que equivale a una superficie que duplica la de India. Como bosque rico en recursos, el Amazonas está siendo expoliado a un ritmo acelerado.
Deforestación
La deforestación en toda la región está impulsada por una serie de delitos ambientales. Éstos incluyen: la ganadería y la expansión de la agroindustria, el tráfico de madera, el cultivo de coca y la minería de oro legal e ilegal.
Las actividades ganaderas y agrícolas son los principales motores de deforestación en Bolivia y Ecuador. El cultivo de coca y el tráfico de madera también han allanado el camino para la degradación forestal en estos países, a diferencia de lo que ocurre en Venezuela, Surinam y Guyana.
En la Amazonía boliviana, el despeje ilegal de bosques con el uso de fuego es uno de los principales motores de la deforestación. En el país se utiliza una práctica de “tala y quema” conocida como chaqueo. La falta de gestión adecuada, las altas temperaturas y los fuertes vientos hacen que estos incendios se propaguen con facilidad.
Entre enero y septiembre de 2020 se detectaron más de 120 incendios importantes en Bolivia. Los incendios se han extendido por el Parque Nacional Noel Kempff Mercado, en la frontera noreste del país con Brasil, y por la región de la Chiquitanía, en el departamento de Santa Cruz.
Al igual que en Bolivia, la deforestación en la Amazonía ecuatoriana está impulsada principalmente por intereses agroindustriales. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 65 por ciento de las tierras de la Amazonía ecuatoriana se destinan a pastos.
Los intereses agrícolas suelen impulsar el desalojo inconstitucional de comunidades nativas de los territorios que han habitado durante siglos. En muchos casos, se recurre a la intimidación y a la falsificación de documentos para expulsarlos de sus hogares.
Tráfico de madera
La tala ilegal en la cuenca amazónica suele ser consecuencia de otros delitos ambientales. En toda la región, las redes criminales corporativas buscan especies de alto valor, a menudo en peligro de extinción. Entre ellas se encuentran el palisandro del Amazonas (Dalbergia Spruceana), la caoba (Swietenia macrophylla) y el cedro (Cedrus), que se utilizan para fabricar muebles e instrumentos musicales. También se abastecen de maderas más baratas y ligeras, como la balsa (Ochroma pyramidale), que se utiliza en la construcción de turbinas eólicas y tablas de surf.
El tráfico de madera se desarrolla en tres etapas: la tala, el transporte y la “transformación”. En primer lugar, los “corteros” talan los árboles ilegalmente. A menudo, estos bosques se hallan fuera de los límites de las concesiones y en zonas protegidas. A continuación, las redes criminales corporativas coordinan el transporte y el blanqueo, o “transformación”, de la madera.
Minería ilegal de oro
A medida que los precios del oro se dispararon, surgió un auge de la minería en toda la cuenca amazónica, dejando una profunda huella ambiental. La minería ilegal se volvió en uno de los principales motores de la deforestación en la Amazonía, sobre todo, en Venezuela, Guyana y Surinam.
Hay tres formas de deforestación provocada por la minería en la cuenca amazónica: la minería de oro industrial a gran escala, la minería de mediana escala y la minería artesanal. Los datos más recientes de RAISG indican que hay al menos 4.472 explotaciones mineras ilegales en toda la región. Algunos sitios mineros abarcan varios kilómetros cuadrados.
Tráfico de especies
La Amazonía es una de las regiones más biodiversas del mundo. En consecuencia, la región se convirtió en un centro de tráfico de fauna silvestre. La creciente demanda de animales y sus partes amenaza a cientos de miles de aves, reptiles y mamíferos.
Las aves, como loros, guacamayos y pájaros cantores, son las más traficadas. Sus llamativos colores y su inteligencia hacen que las redes criminales estén dispuestas a atraparlas, sobre todo, para abastecer el comercio ilegal de mascotas, donde la demanda es alta. Otros animales se matan con el fin de comercializar partes de su cuerpo.
Los reptiles, como las iguanas verdes y las serpientes, también son perseguidos para el comercio de mascotas. Asimismo, los caimanes son cazados por sus pieles. Los caparazones de tortuga se sacan del Amazonas para venderlos como adornos en los mercados asiáticos, mientras que sus huevos se consumen como alimentos codiciados.
Los jaguares se matan por sus pieles y colmillos. Otras partes de su cuerpo se mezclan en una pasta utilizada en la medicina tradicional china.
La mayoría de los delitos ambientales cometidos en la región abastecen los mercados internacionales legales. La madera de balsa talada ilegalmente en Ecuador se envía a Estados Unidos y China, y el oro obtenido en Venezuela recorre el mundo. Las partes del cuerpo de los jaguares cazados en Bolivia, Guyana y Surinam se venden en los mercados asiáticos. El origen ilícito del oro, la madera y las partes de animales se encubre como producto y se transmite a lo largo de largas cadenas de suministro.