Al compás de un pito
En este mismo espacio, en la edición del 8 de septiembre pasado, sugerí la intervención de las FF.AA en el cuidado del bosque. Días después, tomé conocimiento que la Gobernación de Cochabamba había dispuesto que alrededor de cien efectivos militares patrullen el PNT. Luego, se supo que utilizarían un pito como medio disuasivo frente a la presencia de personas ajenas en la zona.
Inmediatamente me puse a reparar en cuán efectivo puede ser un pito. La referencia que me vino a la memoria fue el pequeño pito que formaba parte de las piñatas en nuestra niñez junto a las golosinas que las acompañaban. Los que más aborrecieron que podamos coger uno o más pitos, fueron nuestros padres, obviamente mientras los artefactos funcionaban ante su evidente precariedad.
Después claro está, el pito del profesor de educación física que más que persuasivo era organizativo, es el que recuerdo con mayor nitidez. Sea en los partidos de fútbol entre cursos, en los intercolegiales o en el ensayo para las demostraciones en verbenas colegiales, no oíamos pitos con frecuencia. Por otro lado, el del varita y del árbitro de fútbol, tiene una connotación especial. Están regulados en su uso y sí pueden ser persuasivos, disuasivos o algunas veces, como se oye por ahí y las malas lenguas lo dicen y no me consta, hasta rodeados de una aureola de corruptela. Vaya uno a saber si es así y si el pobre pito es mal utilizado para la obtención de algún beneficio prohibido.
Los pitos que ahora estarán en boca de policías militares vienen precedidos de un drama de incalculable costo y daño. Cuando propuse que los militares protejan los bosques y no solamente el Parque Tunari, pensé en el desplazamiento de soldados debidamente equipados y en la edificación de puestos de control que sirvan para que de manera indefinida, una de las tareas de las FF. AA sea la de cuidar bosques.
Mientras escribía este artículo, me propuse buscar información respecto a si en algún otro país se acostumbra recurrir al Ejército para esa faena. Al hacerlo, me encontré con una noticia que fue publicada el 30 de mayo de 2012, donde se informaba que la Autoridad de Bosques y Tierras boliviana iba a firmar un convenio con las FF.AA para controlar las actividades forestales como desmontes y quemas ilegales, y donde se decía que iba a existir una capacidad logística militar para detectar irregularidades. La ABT a través de su personero dijo que los militares cuidarían que no se derriben los bosques.
Se imaginarán la alegría de ese momento. Si hubiera tenido un pito en manos, volvía a mi niñez rebosante. Me olvidé de buscar lo que acontece en otros países y me puse a pensar en la noticia y si ese plan, que anunciaba logística militar de por medio, se hubiere implementado. Probablemente el Parque Tunari no habría sido presa de los atroces incendios que año a año lo destruyen y quizá si ese anuncio se hubiese concretado, la que denomino “tragedia boliviana del siglo XXI” como es la quema del bosque chiquitano, pudo haberse evitado, por lo menos en la magnitud de lo visto hasta ahora.
Y aquí vuelvo al pito. El personero de la ABT el año 2012 hablaba de capacidad logística militar para detectar irregularidades. Hoy, estamos ante una capacidad logística reducida a un pito, dato no menor. Algunas consideraciones. Bien por la Gobernación en enviar militares al PNT. Esa presencia no puede ser pasajera, debe ser permanente. Las FF.AA deben hacerse cargo del cuidado físico de los bosques, por el valor que representan para la vida. Al ser así, deben destinarse recursos para que el patrullaje no se limite a un pito; bajen el presupuesto de publicidad y protejan eficientemente los bosques dotando de equipamiento a los militares. Hay que montar regimientos y especializar a los soldados en su cuidado. La magnitud del problema, descontrolado por acción y omisión, exige acciones valientes y contundentes, no políticas.
El autor es abogado
Columnas de CAYO SALINAS