Tsunami democrático
Una inquietante tendencia autodestructiva de un Presidente de probada incontinencia verbal y dispuesto a mentir y mentir, ha configurado un escenario ciertamente alarmante. De hecho, sus reacciones frente a la paralización general del país huelen a improvisación total, sabe lo que quiere pero no cómo llegar.
Su obstinación de ser reelegido a cualquier precio provoca un serio enfrentamiento entre bolivianos. Causante sin motivo de la división, acostumbrado a echar basura sobre los ciudadanos, esta vez se disparó en el pie. La reacción es demoledora y potencialmente letal para Morales.
El Presidente intenta recuperar la iniciativa pero ya la perdió, sus apoyos son ahora minoritarios y esporádicos, ha perdido definitivamente credibilidad y confianza pública. La gente ya no quiere simplemente la segunda vuelta sino su renuncia. Es un tsunami democrático.
Lo que ocurre en Bolivia no habría sucedido si los masistas no hubieran tenido durante 14 años poder y recursos públicos para organizar la usurpación y alzarse contra el Estado al que debían su poder y su lealtad, para hacer un manejo espurio de la ley, educar en el odio y hacer un uso brutalmente faccional de las instituciones.
Las acciones del Estado deben llevarse a cabo exclusivamente desde el pleno respeto a la legalidad y desde el Estado de Derecho, como pilares inmutables sobre los que se asienta la convivencia pacífica de los ciudadanos. Morales, cegado por la irracionalidad, ha atacado reiteradamente la base de nuestra democracia; ha atacado, creyéndose inmune, los pilares de la Bolivia constitucional.
Morales asocia la protesta social generalizada con un golpe de Estado, pero ignora que al desconocer una vez más una decisión del soberano a través del voto, es él quien lo genera.
Nadie le instruyó a Morales que un proyecto colectivo sólo se puede construir desde la cohesión, desde la inclusión, desde el respeto por el otro, buscando una base social amplia que se identifique con una propuesta compartida. La aceptación del pluralismo, de la diversidad, es la primera base del vivir en democracia. Su relato está agotado. Sus agentes furtivos, que utilizan la demagogia, solo siembran discordia, profundizan los resentimientos y la desconfianza que divide a los bolivianos.
Perdida su oportunidad para gobernar para todos y con todos, el poder de la calle está a punto de sustituir al régimen. Hoy, la calle es el escenario de la respuesta plural al despotismo de su régimen. Es el único lugar donde se recupera la soberanía popular vulnerada, de ahí que, si como ciudadano demócrata y patriota, no sales a la calle, la amenaza a la democracia eres tú.
El derecho de manifestación es un camino sin retorno. Constituye una amenaza de extraordinaria gravedad que sitúa al régimen masista en el riesgo de la rebelión generalizada. El país declarado en rebeldía equivale a poner en pugna la soberanía nacional, y nadie está por encima de la soberanía de las leyes y menos del soberano. Morales debe reaccionar y debe hacerlo cuanto antes.
Es el ‘momentum’ de irse.
El autor es abogado constitucionalista
Torresarmas1@hotmail.com
Columnas de WALDO RONALD TORRES ARMAS