Comteco, un mal necesario
Las palabras que ahora usted leerá son fruto de un proceso que debía ser simple, pero seguro será motivo de alguna cana en mi cabello. También me imagino que muchos se sentirán identificados y espero que alguien en esa empresa se dé cuenta, evalúe y haga algo para mejorar.
Hace una semana me cambié de vivienda y antes de hacerlo me preocupé por el traslado de la conexión de Internet, porque es una de mis principales herramientas de trabajo. Además decidí devolver mi servicio de televisión por cable.
Primero llamé un lunes para preguntar si podía hacer el trámite por teléfono o Internet, la respuesta fue no. Creo que la pandemia nos había enseñado la importancia de brindar algunos servicios en línea, pues este no era uno de ellos.
Fui el miércoles. Esperé como media hora hasta que me atendieron para decirme que debía llevar el equipo del cable para devolverlo, hacer la baja del paquete y recién solicitar el traslado.
Bueno, fastidiada por el tiempo perdido, me fui. Volví al día siguiente con mi equipo. Llegué al lugar indicado y primero tuve que sacar una ficha para solicitar la baja. Al menos 15 minutos esperando.
Pensé que quien hacía la baja sería la que recibiría los equipos, pero no. De nuevo saqué ficha para esperar otros 15 minutos y entregar el equipo.
Mientras volvían a hacer otro documento de entrega no pude evitar notar que había al menos seis u ocho equipos de Internet devueltos. A mi izquierda, el drama tenía su propia voz.
Una mujer gritaba al hombre que le atendía y le reclamaba por los altos costos que debía cancelar por el Internet en su tienda y el servicio era deficiente. La señora ni siquiera tenía la intención de disimular su rabia. Se notaba que había llegado al colmo de su paciencia y que, además, tuvo un altercado con otra empleada de la empresa.
Era obvio que no cumpliría sus amenazas, pero su rabia era tal que dijo que golpearía “a la señorita de abajo”. Era todo lo que deseaba en ese punto.
Me pregunté cuántas veces a la semana recibirán gritos y amenazas esos trabajadores. No me imaginaba que minutos después ellos despertarían la misma rabia en mí.
Luego de más de 30 minutos de un trámite que podría haber sido más corto, fui a solicitar el traslado. La espera fue menor, porque ya estaban por cerrar y casi no había gente, pero la sangre estaba a punto de hervir por otro motivo.
El funcionario, que sí fue amable, me pidió los datos de mi nuevo domicilio y me informó que ese lugar no tenía fibra óptica por lo que el Internet difícilmente llegaría a los 20 megas, que es por lo que pago. Pensé, entonces, que me cobrarían menos, pero no. Caí en cuenta de un detalle que no sé si muchos saben, pero yo lo ignoraba en ese momento.
El contrato dice “hasta 20 megas”; es decir que la empresa puede darte menos velocidad, pero seguirá cobrando lo mismo. Bueno, no es culpa de Comteco, ni del funcionario, ni mía que el barrio de esta vivienda no tenga fibra óptica así que acepté, pero con cierta decepción.
Luego el funcionario me pregunta cuándo deseo pagar por el traslado, en el momento o en la siguiente factura. ¿Pagar? La instalación es gratis, pero el traslado tiene costo. ¿Cómo es eso? No estoy abandonando el servicio, sólo pido un traslado. Y nada más y nada menos que 200 bolivianos, ¿acaso vienen en limusina?
Naturalmente le reclamé por el alto costo, por dentro estaba maldiciendo en varios idiomas. Pero luego se puso mejor. Consulté en cuánto tiempo harán el traslado y me dijeron que tienen hasta 10 días. ¡¡¡10 días!!!
O sea que no iba a tener el servicio durante 10 días, pese a que pagué 200 bolivianos por el traslado, y encima me van a cobrar el mes completo. Me moría de ganas de ir por el módem y lanzarlo en su mostrador.
En este punto, seguro se preguntan por qué no cambié de servicio, pues por tres motivos. El primero, el servicio que quiero no llega a la zona donde vivo; segundo, mi contrato está vigente con Comteco y terminarlo significaría pagar la penalidad y tercero estaba apurada. Por eso, Comteco es mi mal necesario, pero el drama no terminó ahí.
Me decidí a llamar todos los días para presionar un poco en la instalación. Cuatro días después se aparecieron para decirme exactamente lo mismo que el señor del mostrador y que tendrían que poner otro equipo por lo que no podían hacer la conexión ese día.
¿Es broma?, pensé. Vino para decirme lo que ya había firmado y al final irse sin hacer más. ¿Acaso no leen los documentos antes de ir a hacer una instalación?, ¿por qué no llevan las herramientas necesarias?
Volvieron dos días después para seguir provocando que mis más oscuros pensamientos caigan sobre la famosa cooperativa. Realizaron la instalación; al menos eran dos señores amables, luego me hicieron firmar la boleta, probamos el Internet, todo funcionaba y se fueron.
Sentí alivio y comencé a trabajar hasta que de pronto comenzó a estar lento, y más lento y más lento. Cuanto más lento estaba, más me enojaba estaba (por usar palabras amables).
Al día siguiente debía completar unos pendientes y luego de mandar el primero resulta que el Internet se desconecta y en mi aplicación de análisis de velocidad no registraba más de un mega de navegación. Pago por “hasta 20 megas”, pero apenas llegaba a uno.
No quiero sonar violenta, pero quería golpearlos. Llamé al servicio técnico y la señora que contestó me dice que era raro que tuviera Internet, porque la instalación no estaba registrada; repito, ¿se comunican entre ustedes?
Me sentí tentada de gritarle toda mi rabia, pero me contuve. No era su culpa y me imagino todo lo que debe soportar, aun así le hice conocer mi rabia. Al final, fue la única que actuó con eficiencia, resolvió mi problema de inmediato y me trató con amabilidad.
Sé que no debe ser nada agradable recibir reclamos del servicio que prestan, pero señores de Comteco, ¿se dan cuenta de que son la última opción?
Es una pena que una cooperativa tan grande y que debería ser de todos, en realidad es de un grupito, porque los cooperativistas desconocen los informes económicos y la situación real de la corporación.
Me pregunto cuántos contratos nuevos hacen al día, y cuántas devoluciones. Espero que todo esto mejore pronto y dejen de sacar plata sin motivo.
La autora es periodista
Columnas de LORENA AMURRIO MONTES