Capitalismo chino en América Latina
Mao Tse-Tung, en su libro Poemas, decía en referencia a la Gran Marcha lo siguiente, “El Ejército Rojo no teme la prueba de una larga marcha. Mil montañas y diez mil ríos para él no significan nada”. Hace alusión a la marcha que realizó el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos en octubre de 1934 desde Chiangsi hasta llegar en octubre de 1935 a la base de resistencia de Shensi del Norte.
Al comenzar con este poema, indago en las novelas de Pearl Buck, la primera novelista norteamericana en describir la resistencia moral y el sentido de vida imbuido en el budismo y el confucianismo que impregnaba la vida en China antes de la revolución de Mao. Luego, la “elevación revolucionaria” que señalaba Mao Tse- Tung y que daría lugar al nacimiento de la China de hoy con sus propias experiencias históricas vitales.
Al hacerlo, hay que situar a China en el tiempo y su voluntad de extender su influencia económica y comercial en diversos continentes. Para eso es preciso estudiar el capitalismo chino con sus singularidades, que lo hacen un único modelo de desarrollo.
China inescrutable, milenaria y mágica para occidente, tiene distintas maneras de enseñarnos, desde la economía y el nuevo capitalismo chino, objeto de estudio de investigadores de la talla de Dussel, Niu, Cruz, Shixue, que China como proyecto político y económico se encuentra en su apogeo.
El capitalismo mercantilista chino tiene la ventaja comparativa de articular de manera sinérgica el gobierno, los bancos y las empresas. Esta alineación conjunta hace posible que el método chino de penetración en los mercados de América Latina sea sumamente exitoso.
Una de las formas en que se ha manifestado la cooperación china en América Latina y el compromiso político con la región, ha sido apoyar el cierre de las brechas de infraestructura vía relaciones de cooperación con organismos y plataformas regionales de integración con un discurso del desarrollo conjunto de ambas partes.
La manera de operar es mediante tres instrumentos: la inversión en distintos países para la producción, transporte y si es necesario, construcción de infraestructura para la exportación a China del producto, que incluye líneas férreas, carreteras, puertos, etcétera, el acaparamiento de tierras y, por último, invertir estratégicamente a cambio de trato preferencial con los países (Trápaga Delfín, 2017).
En el mismo sentido, La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, 2018) señala que entre 2011 y 2016 diversas empresas chinas fueron adjudicatarias de contratos de construcción por cerca de 40.000 millones de dólares en la región. Los contratos realizados se concentraron en los sectores de energía (66% del monto total de contratos entre 2011 y 2016) y transporte (16%). La mayoría correspondió a grandes proyectos hidroeléctricos.
Otro aspecto a considerar en la socioeconomía china es la omnipresencia del sector público en China. Es el capitalismo chino el que permite que “instituciones del gobierno central, ciudades, provincias, municipios compitan entre sí. Esta institución no existe como tal en América Latina y el Caribe (ALC) ni en otras partes del mundo, es fundamental a fin de comprender la estrategia histórica, desarrollista y nacionalista de China en la tercera década del siglo XXI, al menos desde 1949” (Dussel Peters, 2022).
El carácter de competencia en el sector público chino es un ejemplo sin igual para ALC de cómo mejorar la inversión extranjera (IED) y la salida de inversión extranjera directa (OFDI según sus siglas en inglés) de China hacia América Latina y como el sector público puede ser un actor estratégico de primer orden en las empresas intensivas de capital y de alta tecnología con el consiguiente desarrollo del país a largo plazo.
En suma, el ejemplo de las empresas del sector público chino muestra la capacidad de un país de comprometerse con el desarrollo a largo plazo, pero habría que preguntarse si la salida de inversión extranjera directa de China para ALC tiene posibilidades de alcanzar mayor diversificación por país y sector de la economía, de esta manera apuntalar los procesos de desarrollo nacionales y regionales y mejorar los índices de empleo en la región.
Ciertamente, los proyectos de infraestructura china en la región son muy atractivos para los estados de América Latina ya que las empresas chinas se ocupan desde el diseño, fabricación, tecnología, empresas proveedoras y otros, bajo el acápite de “proyectos llave en mano”. Sin embargo, sería pertinente que los inversores chinos respondan a los contextos locales donde estos proyectos se promueven y se adecuen a la cultura organizacional y gerencial de los países.
La autora es profesora titular de la UMSA e internacionalista
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