Hacer y saber decir, desafíos de gobierno
Por donde se vea, robo. El diagnóstico presentado por el presidente Rodrigo Paz el fin de semana es alarmante. Más de 15 mil millones de dólares se habrían desviado en los últimos años y se supone que han comenzado ya las investigaciones para determinar hacia dónde se fue semejante cantidad de dinero y quiénes son los responsables del saqueo.
La “autopsia” estatal, como fue definida, abarca todas las instituciones y empresas estatales. En BoA las cosas no están mejor. Por ahora, hay más de 400 millones de pérdidas descubiertas. Con el monopolio casi total del transporte aéreo en Bolivia, la aerolínea, inexplicablemente, solo reporta números rojos por lo que se puede sospechar que, detrás de todo esto, lo que existe es una “tripulación” estatal que se dedicó a todo, menos a conducir la aeronave pública hacia buen destino.
Aunque es habitual que los gobiernos nuevos atribuyan los males a los que se van, como una forma de plantear la línea de base de la que arrancan las gestiones, en este caso el diagnóstico no corresponde solo a una estrategia de posicionamiento político, sino a la necesidad de dejar al descubierto las consecuencias del pésimo y corrupto manejo económico de los últimos años.
El Gobierno de Luis Arce no solo se gastó toda la plata del presupuesto que corresponde a esta gestión, sino que comprometió recursos que van mucho más allá y que dejan a los bolivianos en general con una pesada carga encima. Eso, aparte del mal uso que se hizo de miles de millones de dólares que se originaron en el auge del gas y la bonanza artificial de la década anterior.
No son asuntos menores, que solo dependan de la buena voluntad de los nuevos gobernantes, sino de una cirugía económica mayor que supone extirpar definitivamente los “tumores” heredados. El estatismo dejó al país nuevamente en quiebra, con cuantiosas deudas y, lo que es peor, aislado de un mundo que no se detiene.
No todo se resolverá rápido, precisamente porque los males se acumulan desde muchos años atrás. En ese sentido, la evaluación de las acciones gubernamentales debería ser mesurada y justa, y los plazos para realizarla más largos. El desastre de 20 años difícilmente puede corregirse en meses.
Hay temas urgentes, sí, como el del abastecimiento de combustibles, o la necesidad de ajustar el tipo de cambio para dar certidumbre, además de liberar de una vez las exportaciones para aumentar el flujo de dólares hacia una economía que los necesita para su reactivación.
Equilibrar la gestión de lo crítico con las acciones estructurales de mediano plazo es una tarea que demanda una administración económica eficiente, pero también un manejo político e informativo adecuado.
Tomar decisiones adecuadas, preparar el escenario en el que deberán aplicarse con la menor resistencia posible y definir una narrativa comprensible y efectiva que las sostenga son tareas claves para el Gobierno.
Será tan importante el hacer, como el saber decir. Ese es el reto.
El autor es periodista y analista
Columnas de HERNÁN TERRAZAS E.



















