A veces ocurre que los sueños se cumplen, debió pensar Carlos Alcaraz sobre el polvo de ladrillo de la pista Philippe Chatrier, la principal del recinto Bois de Boulogne, donde cayó rendido de emoción, después culminar el torneo de Roland Garros con una victoria, otra, épica, tras casi cuatro horas y media de pulso con el alemán Alexander Zverev (6-3, 2-6, 5-7, 6-1 y 6-2).