
CARTUCHOS DE HARINA
A veces conviene concentrarse no en lo que los actores hacen, sino en lo que evitan hacer. Por ejemplo, en la marcha de beatificación de Evo destacaron los embajadores argentino y nicaragüense, derrochando su faceta de exultantes internacionalistas. Anduvieron como hippies libres de cualquier atadura protocolar o derivada de las convenciones, en este caso diplomáticas.
Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos en los años 80, bromeaba que los hispanos trabajadores, religiosos y adversos al comunismo eran republicanos, incluso si no lo sabían. En esa época, esos inmigrantes hispanos eran cautivos del Partido Demócrata, con la excepción de los cubanos de Miami.
Las elecciones de Chile, este mes, son entretenidas para quien procure no bostezar por las redundancias discursivas de nuestra política, al menos por ahora. Por ejemplo, los comicios en Chile sirven para ojear si algo se dice allí de Bolivia. Y fíjense que sí.
En Bolivia, una ley puede ser tachada por no haber sido “socializada”, falta que incluso admite al vuelo cualquier funcionario que, sin embargo, sabe que la socialización no es un requisito constitucional. Y este no es el primer gobierno que vulnera la norma no escrita de que las leyes, en general, se acuerdan con los interesados, sobre todo si pueden moverle el piso al Estado.
Me intrigan los que desafían a sus estereotipos, pues es más usual reforzarlos. Por ejemplo, para el comando de Comunidad Ciudadana (CC) la visita de Carlos Mesa al Comité pro Santa Cruz fue una movida ineludible contra la autocracia. No obstante, en el estereotipo que persigue a Mesa, esa visita también puede leerse como una admisión de que él no es la cabeza opositora, o como una forma de dar apoyo para pedirlo cuando él lo requiera. No es simple escapar del estereotipo.
Me soplé el reciente libro de diálogos del expresidente colombiano Juan Manuel Santos e Ingrid Betancourt, franco-colombiana, excandidata presidencial. Ambos protagonizaron la Operación Jaque; él, ministro de Defensa de Álvaro Uribe; ella, liberada de su secuestro en manos de las FARC.
Hace unos meses, en un foro virtual, un conocedor de la política estadounidense comentó que la candidatura de Jeanine Áñez fue también alentada por Mauricio Claver-Carone, actual presidente del BID y antes asesor de Trump. Paradojas de la vida, hoy Biden quisiera cortarle la cabeza (en Estados Unidos esa es una metáfora; en Bolivia también, todavía) a Claver-Carone en el BID, aunque no es fácil. Biden es poderoso, pero no puede tomar el BID con fiscales o jueces.
Una noticia revela que asistentes a un evento del MAS fueron obligados a desnudarse para hallar las billeteras perdidas de la aristocracia partidaria. Ese suceso es una metáfora de las ocupaciones de nuestros gobernantes. No tanto por las billeteras como por la retahíla de macanas y vilezas, justo cuando la circunstancia exige personajes y medidas excepcionales.
Fallecido hace poco, Donald Rumsfeld fue secretario de Defensa de George Bush hijo y connotado halcón en la segunda Guerra de Irak. Antes, fue rival de Kissinger desde el tiempo de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford.