Ni la pandemia frenó las ganas de aprender de niños invidentes
Ni la pandemia impidió que los niños del Centro de Rehabilitación Manuela Gandarillas, del Instituto Boliviano de la Ceguera, continúen aprendiendo. Una de las claves fue reinventarse para seguir apoyando a 49 estudiantes.
Las clases virtuales y las visitas de los educadores a las casas de los estudiantes fueron elementos clave en esta nueva experiencia. De esa forma, se aseguró que los internos pasen clases todo el año, explicó el director del centro, José Luis Pozo.
Las visitas de los educadores a las viviendas fueron fundamentales para seguir con el proceso de enseñanza, pues sólo 15 de 49 estudiantes tenían internet para conectarse a las clases virtuales.
Los educadores mandaron material audiovisual y visitaron las casas para hacer el seguimiento del avance y reforzar los conocimientos adquiridos.
“Al principio nos ha costado, pero hemos logrado terminar con éxito. Hemos tratado de compensar las clases virtuales asistiendo a las casas de los alumnos que no podían acceder a internet”, recordó.
“El sistema funcionó bien y el 4 de diciembre la institución realizará la clausura de su gestión educativa”, dijo Pozo.
La institución brinda a los no videntes educación para que puedan desarrollar todas las destrezas y así desenvolverse solos a pesar de sus limitaciones visuales.
Les ayudan a ser independientes, conducirse con ayuda de un bastón y realizar toda clase de tareas de la vida cotidiana.
El centro da clases de música, expresión corporal, computación, lectura braille, uso del bastón y de cómo desplazarse en la vía pública y en sus domicilios.
En las clases de computación se les enseña a utilizar los equipos con ayuda de un programa lector de pantalla, que les permite acceder a varios programas.
Otra enseñanza importante que se les imparte es movilizarse en su casa y por las calles de la ciudad. Para ello se usan maquetas, que recrean las estructuras de la ciudad.
“En estas maquetas, ellos reconocen la forma de los edificios, las calles”, dijo Pozo.
Los integrantes del centro en etapa educativa también asisten a unidades educativas públicas.
Padres
El trabajo con los padres también forma parte del programa de los educadores, en especial cuando los niños son menores de seis años, porque deben recibir estimulación.
“La mayoría de los padres tiene temor cuando tiene un hijo invidente y no le permiten ni salir a la calle ni hacer nada. Muchos se asustan cuando tienen un hijo invidente y no saben qué hacer, por esa razón es importante el trabajo con ellos”, indicó .
El director del centro recomendó a los padres apoyar a sus hijos e incentivarlos a seguir estudiando y aprendiendo más cosas nuevas.
“Depende de cada uno, podemos hacer muchas cosas, igual que una persona vidente”, motivó Pozo.
El director del centro explicó que otras de las limitaciones para que las personas sigan estudiando es la falta de libros de estudio en el nivel universitario.
Trabajo
Explicó que los invidentes son las personas con discapacidad que más actividades pueden desarrollar. Pero, lamentablemente, no se las contrata en empresas públicas ni privadas, a pesar de que hay una ley que señala que debe haber inclusión laboral de personas con discapacidad.
“Cuando nos postulamos a un trabajo, las personas se asustan, ven más nuestra discapacidad que nuestras habilidades. Piensan que si nos dan trabajo nos vamos hacer atropellar, pero no es así. Nosotros tenemos muchas capacidades, sólo necesitamos una oportunidad”, instó Pozo.
Debido a la falta de fuentes laborales muchas personas con discapacidad tienen trabajos precarios con poca remuneración. Otro grupo se dedica a la fabricar artesanías y bisutería para generar recursos.
En el departamento existen 800 personas con discapacidad. Pero, se estima que hay más.
La discapacidad visual también se puede presentar en alguien que no tenía este problema, debido a accidentes o enfermedades como la diabetes.
El centro también apoya a estas personas, pero la ayuda es mucho más difícil en personas mayores.
Aniversario
El centro Manuela Gandarillas cumplió 68 años el 8 octubre. Es el primero en brindar este tipo de atención en el departamento y en sus inicios funcionó en la zona de Cala Cala como un centro para enseñar a las mujeres invidentes labores del hogar.
Actualmente, acoge a personas de ambos sexos y desde los 6 hasta los 60 años.
El centro también acoge en la modalidad de internado a nueve niños, que provienen de familias de escasos recursos y de municipios lejanos.