¿Crecer a cualquier costo?
Los incendios en la Chiquitanía han desencadenado una ola de indignación, tristeza y preocupación en gran parte de la población, debido a la pérdida invaluable de casi dos millones de hectáreas de los pulmones del planeta, arrasadas por el fuego, y el impacto en el clima que no tardaremos en percibir.
Sin embargo, es hidalgo reconocer que las alarmas sobre el cambio climático han estado encendidas ya hace mucho; si bien los incendios apresuran los efectos, no debemos perder de vista que el problema radica en la estructura de cómo está conformada la economía y la sociedad. El ser humano tiende a consumir en grandes cantidades; estamos rodeados, permanentemente, de distintos incentivos que nos motivan a ser altamente consumidores: se trata de gusto, comodidad, estatus, “bienestar”. Por tanto, si consideramos que la población es cada vez mayor y altamente consumista, nos encontramos ante un círculo vicioso. Es un sistema económico basado fundamentalmente en el crecimiento: un crecimiento que ha sido, por siglos, depredador de los recursos naturales.
Hemos sobrepasado los límites de absorción del planeta, acelerando la acción del cambio climático y, a pesar de tener pleno conocimiento de que los recursos naturales son recursos escasos e indispensables para nuestra supervivencia, su cuidado se mantiene subordinado a los intereses económicos y políticos, aspecto que se evidencia en nuestro país con la catástrofe medioambiental que estamos atravesando: ampliación de fronteras agrícolas, colonización, agroindustria, entre otros.
El escenario actual nos lleva a reflexionar sobre si un crecimiento económico que asegure estabilidad a corto plazo es justificado a cualquier costo medioambiental y social, aunque ponga en riesgo la supervivencia de generaciones venideras de nuestra especie y de otras.
Es evidente la urgencia de concebir otra forma de crecimiento que no apueste todo al crecimiento de la actividad mercantil, al mayor consumo, acumulación de materiales. Es urgente buscar una transición de paradigma hacia la sostenibilidad, orientando un cambio tecnológico, institucional y cultural, para que el estado final sea más sostenible y justo que el sistema actual. Deberíamos internalizar nuevas formas de ver el crecimiento y luchar por hacerlo posible, para llevar una vida armónica entre la especie humana y la naturaleza, reconociéndola, con hechos, como nuestra fuente de vida.
La autora es economista
Columnas de FÁTIMA ZAMBRANA ALMARAZ