El debate real de la Chiquitanía
El contexto político de cara a las elecciones de octubre en el país ha cambiado radicalmente, sobre todo, por los incendios en la Chiquitanía. Parece, que ante la falta de propuestas contundes por parte de la oposición para hacer frente al aparato comunicacional del Gobierno, apegarse al libreto de la responsabilidad del desastre ambiental es la mejor estrategia que asumen y les da ciertos réditos. Sin embargo, si vemos esta estrategia en términos de lo que realmente necesita el país de cara a su transformación, me animo a decir que muestra una débil reflexión sobre los problemas reales del país y su economía que son, en el fondo, los responsables para el incendio en la Chiquitania.
Siendo críticos, el desencadenante para el incendio tiene relación con las normativas gubernamentales en favor de ampliar la frontera agrícola, pero, aparte de la satanización de estas medidas en época electoral, la intención del Gobierno por otorgar tierras y derechos de desmonte y chaqueo en la Chiquitania, viene con la necesidad de Bolivia de obtener recursos más allá de la dependencia de la exportación de gas.
Por ahora, esta situación es fundamental para el gobierno y la estabilidad económica, dado el nuevo contexto energético regional en el cual tanto Brasil como Argentina, nuestros históricos compradores, han comenzado a renegociar los contratos con miras a depender menos de nuestro gas, fortaleciendo a su vez su producción local y aparecen Perú y Brasil como nuevos competidores de venta de gas en la región.
Entonces, como ha venido sucediendo desde principios de los 2000, la agricultura y la ganadería en el oriente del país han dado un impulso económico para obtener divisas que no sean las del gas y, por tanto, su potenciamiento es visto como una estrategia importante si se quiere mantener el ritmo de crecimiento económico, cambiar la creciente balanza comercial negativa y contentar a las bases.
Ahora, que la estrategia de apostar por la ampliación de la frontera agrícola desde la agroindustria y la ganadería es antiecológica, lo es, tanto o más que la explotación de hidrocarburos y minerales, con lo que pagamos la mayoría de las obras, hospitales, sueldos, y con lo que la oposición piensa financiar sus propuestas si es que gana las elecciones.
Pero aun eso no es el debate real. El debate es si estamos de acuerdo o no con el modelo de desarrollo propuesto y si no es así, qué otras opciones podemos presentar para obtener recursos, y a su vez garantizar el cumplimiento de las demandas de la sociedad boliviana en salud, educación y trabajo.
El autor es analista de políticas públicas
Columnas de CÉSAR AUGUSTO CAMACHO SOLIZ