Milicias
Hay estupor en el país por la convocatoria del expresidente Evo Morales para armar milicias en Bolivia, emulando lo que hizo en Venezuela su aliado Nicolás Maduro con resultados tenebrosos. Su retractación vía Twitter fue a todas luces realizada bajo presión de la diplomacia argentina e internacional y también producto de las serias críticas que le llovieron en Bolivia, tanto de sus detractores como de sus allegados, por lo que se ve poco sincera.
Hay estupor también por la proliferación de grupos irregulares, como los de la autodenominada Resistencia Civil o Juvenil, un conjunto de personas que se arroga competencias de la Policía para hacer seguridad o cobertura de eventos oficiales y no oficiales. Es común verlos en actos relacionados a la función estatal, con indumentaria propia de militares y con los rostros cubiertos.
Ambos, las milicias que el expresidente convoca y los grupos irregulares que coligan con autoridades transitorias, son una muestra de que la polarización política está llegando a niveles de intolerancia que pueden desbordarse y generar un escenario de confrontación del que tal vez Bolivia no pueda salir en muchos años, si es que sale.
La violencia es el acabose de la política. La política “trata del estar juntos y los unos con los otros los diversos”, escribió la filósofa Hannah Arendt, asegurando que toda consideración sobre la política tiene que partir de un hecho ineludible: la pluralidad humana.
Esta pluralidad es la que hoy está en serio riesgo con el crecimiento de aparatos de represión extraestatales y con la convocatoria a tomar armas. Unos y otros ponen en peligro la sobrevivencia del Estado de derecho, de la democracia y de la vida misma, por lo que es importante que los políticos retomen el liderazgo en la tarea de confrontación de ideas y negociación pacífica, para no dejar espacio a los radicales.
El autor es editor de Los Tiempos
Columnas de NELSON PEREDO