Meterle no más
Históricamente, en Bolivia quienes ejercen la gestión pública se creen con el derecho de prácticamente hacer lo que les da la gana. Al mismo tiempo, la función pública suele convertirse en una agencia de empleos que “premia” a los parientes, allegados, amigos, compadres de los gobernantes de turno y a militantes partidarios acríticos.
En ese sentido, la gestión pública responde a todo, menos a una burocracia profesional que garantice que los recursos y bienes públicos sean bien administrados con base en una planificación científica. Por eso, gobiernos de distintos niveles territoriales autonómicos, coyunturas históricas e incluso ideologías tienen el común denominador de pésimos resultados en la gestión pública que, entre otros aspectos, se traduce en un rosario de elefantes blancos regados por todo el país, sin contar los llamativos casos de corrupción que ensombrecen nuestro devenir estatal.
Además, los gobiernos de turno suelen ser autoritarios en la imposición de sus demagógicas “obras estrella” y “meterle no más” contra viento y marea. Bien lo sabe la ciudad de Cochabamba asolada por pésimas administraciones municipales.
Sólo remitiéndonos a los últimos años, tenemos el caso de 2017, cuando el Gobierno Municipal de Cochabamba se encaprichó en construir un elefante blanco en plena área verde correspondiente a la laguna de Coña Coña. Desde la academia hasta el sentido común, y en todos los formatos posibles, varios colectivos ambientales y ciudadanos/as expusimos las evidentes razones para evitar ese desperdicio de recursos públicos y, principalmente, la afectación de una de las pocas lagunas que le quedan a mal llamada “Kocha pampa”, lagunas que, a no ser para ponerles cemento, son tratadas con negligencia por las gestiones ediles.
Lo triste es que ocurrió tal como advertimos: Hoy el patinódromo es un elefante blanco más en medio de un área verde, en una Cochabamba que se consolida como la ciudad más contaminada de Bolivia, con un vergonzoso 2,58% de cobertura arbórea y 0,76% de áreas verdes arboladas (Plan Maestro de Forestación y Reforestación, GAMC, 2017), quedando la “Ciudad jardín” y la “Kocha pampa” apenas como paradójicas expresiones en contrasentido con la realidad.
Estos días, como deprimente forma de demostrar que los gobiernos y colores partidarios cambian, pero parecen continuar las mismas prácticas políticas, nos encontramos en dilemas similares. Para variar, un abandonado (por las gestiones ediles) Museo de Historia Natural Alcide d´Orbigny y el área verde que lo alberga saltan a la palestra pública y a las preocupaciones de las autoridades y funcionarios solamente porque quieren usar esas instalaciones para construir una obra presuntuosa más: un centro de convenciones. Si aquello respondiera a un proceso de planificación pública claro, pues no habría por qué cuestionar, el asunto es que tememos que —nuevamente— se reste espacio a un área verde para colocar una infraestructura de concreto que no es prioritaria para Cochabamba y peor en sus condiciones ambientales.
Además, ha sido demasiado evidente la improvisación edil con este tema. Primero llamaron a un concurso de anteproyectos para el centro de convenciones que parecía hacer de cuenta que ni museo ni área verde existían en el terreno. Después indicaron que el centro de convenciones contemplaría al museo en el mismo predio. Luego dijeron que “trasladarían” el Museo al Parque Bicentenario. Finalmente, recién hace poco hablaron del “traslado” del Museo al Jardín Botánico y remitiéndose a unos ambientes construidos por la anterior gestión municipal y que cuando se edificaron tenían fines que para nada se refirieron al Museo de Historia Natural Alcide d´Orbigny (oficinas para EMAVRA, etc.).
¿Entonces, no salta a la vista que querer “colocar” al Museo en esos ambientes es una medida que, para variar, responde a la improvisación de la gestión pública? ¿Acaso uno de los pocos museos que tiene Cochabamba con reconocimiento internacional y una de las escasas áreas verdes que quedan y parte de un corredor ecológico, no son lo suficientemente importantes en la ciudad para dejarlos a la suerte de la improvisación? ¿Y todavía se atreven a llamarnos “radicales” y a responder con la más burda guerra sucia a ciudadanos/as que, escarmentados con nuestra historia política, reclamamos por los eternos vicios de la gestión pública, entre ellos la maña de restar áreas verdes para colocar obras rimbombantes y de dudosa prioridad? ¿Será muy “radical” el cuestionar nociones de “progreso” caducas que responden al siglo XIX y que han convertido a Cochabamba en una ciudad pelada y calcinante? ¿Será que algún día las autoridades y funcionarios/as dejarán la comodidad sedentaria de sus automóviles para que sientan lo que es caminar sin sombra?
Todavía tenemos esperanza de que las autoridades y funcionarios/as escuchen los sólidos argumentos de diversas organizaciones e instituciones ambientales, culturales, académicas y ciudadanas que legítimamente nos preocupamos por el destino del Museo de Historia Natural Alcide d´Orbigny y del área verde que lo alberga. Porque en las condiciones ambientales de Cochabamba, en realidad, los desubicados/as son aquellos que autoritariamente insisten en hacer llover sobre mojado, es decir, en “meterle no más” con restar áreas verdes a cambio de cemento.
La autora es socióloga
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA