El gato Tito y el poder
El día que el gato Tito se perdió, Circuncisión Arispe sintió que iba a ser un día diferente. Lo percibió temprano, cuando se alistaba para ir al aeropuerto, lo sintió en la callosidad que le adornaba el dedo gordo del pie y que era el mismo que le avisaba si llovería o no, y el que solía despertarla exactamente a las dos de la mañana cada primer viernes. Agitada de tanto pensar, de tanto ir y venir sobre los desmontes que se acumulaban en las puertas de las bocaminas que conducían al poder, terminó por aceptar que, ante el empuje de la ambición, no había unidad que se resista.
Circuncisión Arispe había sido elegida diputada por el nuevo gobierno, su rol de “levantamanos”, tan sencillo y bien pagado, se perturbó cuando su partido político se fraccionó en dos. Ese día, en que una lluvia ligera amenazaba con caer en cualquier momento, se dirigió al aeropuerto para volver al corazón del poder. Fue ahí donde precisamente se encontró con Policarpio Pisco, también diputado por su tienda política y conocido sindicalista regional, hombre crudo y parte de la línea dura del partido. También fue entonces que se enteró que la línea aérea estatal había perdido un gato.
- ¡Es culpa del gobierno! -afirmó Policarpio Pisco, al enterarse del felino extraviado.
Circuncisión Arispe se sorprendió: apuntar con el dedo de la acusación al Presidente era atacarse uno mismo como bancada oficialista.
-¡Te equivocas! -replicó Circuncisión Arispe-, ¿qué tiene que ver un gato con el Presidente?
-Es la línea aérea estatal ¿verdad? -afirmó Policarpio Pisco.
Ahí fue que Circuncisión Arispe se dio cuenta que cualquier motivo era suficiente para pelear y enfrentarse, porque en el fondo lo que primaban eran los intereses personales y no los beneficios colectivos, y bien podría hoy ser el gato, tanto como mañana serían las acusaciones de protección al narcotráfico.
Mientras los parlamentarios discutían, no a lo lejos, desde una escondida rendija, el gato Tito los observaba y se lamentaba por la calidad de parlamentarios que manejaban los destinos del país; él sabía, como saben todos los animales, que el poder de turno moría por la ambición del mandamás de los 14 años, por la incapacidad del Presidente actual y por la infinita e inevitable incompetencia de los políticos.
Columnas de RONNIE PIÉROLA GÓMEZ