¿Golpe de Estado?
La renuncia y posterior huida a México de Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera, ocurrida el domingo 10 de noviembre de 2019, activó la sucesión presidencial, aumentó la tensión política en Bolivia y puso a prueba además todo el edificio constitucional.
Desde las 16:50 de ese domingo, cuando renunciaron Evo Morales y Álvaro García Linera, hasta las 12:00 del día martes 12 de noviembre cuando que asumió e ingresó Jeanine Áñez Chávez al Palacio de Gobierno, nadie gobernó Bolivia. Y, aunque en otras circunstancias políticas, Eduardo Rodríguez Veltzé igual asumió en 2005 como presidente, y nadie denunció golpe de Estado.
Aun cuando los renunciantes alegaron que se trató de un “golpe de Estado”, no se rompió el sistema constitucional, no se restringieron los derechos y las garantías ciudadanas, ni la libertad de expresión, como ocurría en el siglo XX con los típicos golpes de Estado que encabezaron, por ejemplo, Hugo Bánzer Suárez, Alberto Natusch y Luis García Mesa. Las Fuerzas Armadas mantuvieron una posición institucional impecable, no intervinieron salvo para sugerir que dimita el jefe de Estado con el propósito de concretar la pacificación del país.
A tiempo de establecer la prelación en la sucesión presidencial, la Constitución de 2009 (art. 170) establece que la presidenta o el presidente del Estado cesa en su mandato por muerte; por renuncia presentada ante la Asamblea Legislativa Plurinacional; por ausencia o impedimento definitivo; por sentencia condenatoria ejecutoriada en materia penal; y por revocatoria del mandato. En todos estos casos, la Ley Fundamental prevé la cesación o alejamiento de la presidencia de la república. Según el Diccionario de la Lengua Española, cesar significa acabar o alejarse del cargo, de modo que la renuncia debe ser aceptada y el sucesor debe asumir, ipso facto, habida cuenta de la necesidad de que el ejecutivo tenga un presidente, imprescindible para la gobernabilidad y la conducción del Estado. El Tribunal Constitucional ha interpretado, en este sentido, que la sucesión presidencial debe activarse directamente, y el “vicepresidente asume ipso facto la presidencia de la república hasta la finalización del período constitucional…”
La idea del golpe de Estado, que circuló en algunos países y medios informativos internacionales, más parece un problema conceptual ya que hasta la década de los 90, no se removían a los presidentes y cuando comenzó a separárselos del cargo era mediante la fuerza y rompiendo el orden constitucional. En la historia política boliviana es muy común leer “revolución”, “rebelión”, “motín o sedición”, como sinónimos de golpe de Estado o acto que comete irregularmente un poder contra otro poder para impedir el cumplimiento de sus funciones o para deponerlo. Y en el lenguaje corriente, golpe de Estado era el motín militar o el cuartelazo, que desconocía la voluntad popular y ejercía actos de gobierno mediante la fuerza.
Para el diccionario jurídico de Cabanellas, “el golpe de Estado es la usurpación violenta de los poderes públicos, en especial del ejecutivo; la absorción por éste de la función legislativa y sojuzgamiento del judicial”. Configura una de las formas de hacer las revoluciones desde “arriba”. Los golpes de Estado, cuando no los da el propio Ejército requiere al menos la complicidad de su tolerancia. Se diferencia de las rebeliones, y mucho más de las guerras civiles, en que suele triunfar expeditamente o con escaso derramamiento de sangre. A pesar de la confusa redacción, el componente militar define el golpe de Estado.
En realidad, ningún insurrecto golpea para convocar a elecciones porque rompe el sistema constitucional, cierra el Parlamento, restringe los derechos y garantías de las personas, la libertad de expresión, hay confinamiento y presos políticos, etc. La remoción de Evo Morales y Álvaro García Linera, ha sido más transparente y mediática que un mundial de fútbol, no hubo detenidos políticos y en ningún momento se escondió el sol, y la luna sigue saliendo normalmente, a pesar de la advertencia que hizo Álvaro García Linera.
El autor es jurista y autor de varios libros
Columnas de WILLIAM HERRERA ÁÑEZ