¡Pobre Cerro Rico!
Así de clara es la cosa: el Cerro Rico de Potosí se está hundiendo.
La advertencia no es nueva ni el hecho es un descubrimiento, pues los potosinos vemos diariamente cómo se modifica la forma de la legendaria montaña.
La diferencia es que nunca, antes de ahora, habíamos tenido tantas pruebas para probar ese hundimiento. Y si ahora hay pruebas que antes no se podía conseguir, es porque el esquema que se armó para posibilitar la explotación de cargas de la cúspide del Cerro Rico creció a tal punto que ya no se puede ocultar más. De hecho, todo comenzó con un audio filtrado que desató toda una tormenta de información que solo un medio está canalizando para ofrecérselo diariamente al público: el periódico El Potosí.
Esa información, alimentada con imágenes de satélite, señala inequívocamente que los hundimientos denunciados en años anteriores han empeorado.
Los hundimientos son el resultado de 475 años de explotación de minerales, pero podrían detenerse si se asumen medidas destinadas a la preservación de la montaña, sin que eso signifique dejar sin trabajo a los mineros que trabajan en ella. Con ese criterio, la Unesco incluyó a Potosí, en 2014, en la lista de patrimonio en riesgo. Se advirtió a las autoridades de entonces que, si no se detenía el deterioro paulatino, se retiraría a Potosí de la lista del patrimonio mundial. La gente conoce a eso como “perder el título de patrimonio de la humanidad”.
El deterioro no se ha detenido, sino que, por el contrario, ha empeorado.
La investigación de El Potosí ha puesto en evidencia que los trabajos de explotación ilegal de cargas del Cerro Rico se han multiplicado a tal extremo que son ejecutados 24 horas al día.
El Decreto Supremo 27787 prohíbe trabajos encima de la cota 4.400; es decir, en la cúspide, y atribuye la tarea de impedir esas labores a la Corporación Minera de Bolivia (Comibol). La investigación ha puesto en evidencia que la autarquía se ha convertido en parte del esquema que explota las cargas oxidadas de la cúspide, que son comercializadas a buen precio.
Las cosas han llegado a tal punto, que los dirigentes de las cooperativas mineras que trabajan en la cúspide pusieron a uno de sus empleados como gerente regional de la Comibol en Potosí.
Por esas y muchas otras causas, que son detalladas diariamente por el periódico potosino, el Cerro Rico se está hundiendo. Habrá que recordar a los bolivianos del resto del país que, al margen de su ubicación geográfica, esta montaña no es solo patrimonio de los potosinos.
El Cerro Rico forma parte indisoluble de la historia de Bolivia y, por ello, está en nuestro escudo desde el inicio mismo de la República. Y, repito, se está hundiendo.
El autor es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA