De Cristo y su anticapitalismo
Sabemos que el cristianismo no es el producto de las enseñanzas de Jesús de Nazaret consignadas en los cuatro evangelios, sino una construcción mucho más compleja ligada a planteamientos religiosos y filosóficos más antiguos y también más nuevos. También sabemos que el personaje central de los evangelios no puede ser considerado plenamente como un personaje histórico, aunque podemos inferir que si hay tantas referencias respecto a él, sí existió. Y que una parte de los hechos que se narran en los textos mencionados son verdaderos.
Esta semana la cristiandad conmemora la pasión de Cristo, su crucifixión, muerte y su resurrección. La historia comienza con una entrada triunfal del líder en Jerusalén y termina con su apresamiento, juicio casi sumario y ejecución. Siempre me he preguntado, ¿qué pudo enfurecer tanto a la gente y a las autoridades del momento para, digámoslo así, cortar por lo sano, de una manera tan brutal? ¿Qué podía enfurecerlos para tomar esa acción? (E iniciar la primera persecución a los cristianos que, dicho sea de paso, se prolongó por unos cuantos cientos de años).
No respetar el Sabbath tiene seguramente connotaciones mayores a una mera superstición, ser tolerante con los pecados de la carne puede molestar a muchos, pero como lo demostró Jesús no hay quién pueda tirar la primer piedra si sólo lo hacen los que están libres de culpa; pero una de las aseveraciones centrales que sí podía irritar a los poderosos, y que podía ser verdaderamente peligrosa, era su satanización a la acumulación de bienes: en términos modernos, Jesús era un anticapitalista de fuste, que además ofrecía a quien no regalara sus bienes las llamas del infierno o, por lo menos, la imposibilidad de gozar del Reino de los Cielos.
Una aseveración de esa naturaleza es francamente subversiva en cualquier sociedad y considerando la cantidad de seguidores logrados, y el prestigio alcanzado, era algo que el orden establecido no podía tolerar y actuó en consecuencia. Victoria pírrica, porque la crucifixión tan injusta, y la idea de la resurrección, terminó estructurando un movimiento que en poco tiempo llegó hasta las puertas de Roma.
Lo interesante es que el establishment romano, ante el enorme crecimiento de este movimiento, que ofrecía un discurso muy atractivo para la mayoría de la gente, en especial de los pobres, quienes eran esa mayoría, logró modificar el discurso inicial en lo que verdaderamente importaba y minimizar las diatribas y condenas contra la acumulación de riqueza. Ésta quedó como norma para ser observada de manera estructurada, en órdenes mendicantes, pero para el resto, para la vida secular, simplemente fue anulada. Aún hoy en día el episodio del joven que le pregunta a Jesús cómo entrar al reino de los cielos y la dura respuesta de regalar todo lo que tiene es manejada con acrobacias ideológicas no sólo por la iglesia católica, sino también por las miles de iglesias evangélicas que proliferan.
El cristianismo es la médula de la cultura occidental, en parte porque es tributario de otras formas de religión y filosofía del mundo mediterráneo y en parte porque fue el elemento estructurante de ese proceso cultural.
En el ADN del cristianismo, y de la filosofía occidental, está pues ese rechazo a la acumulación de riqueza. Una propuesta muy atractiva, pero también destructiva, que ha tenido momentos estelares y que hoy está presente en ciertos espacios feministas, ecologistas y nostálgicos de los experimentos comunistas del siglo XX.
El cristianismo tiene ofertas más interesantes que ese rechazo a la acumulación de riqueza que pregonó quien inspiró este sistema religioso, y es por eso que a pesar de muchas otras falencias ha podido sobrevivir por alrededor de 2.000 años.
La capacidad de acomodar la liturgia a lo razonable, ignorar si es necesario la palabra divina, puede permitir a la Iglesia desarrollar un sistema que dé igualdad a las mujeres y que valore y no condene a los homosexuales. Las Pascuas de Resurrección son dignas de ser festejadas y tienen para largo.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ