A que eres liberal y no lo sabes
A veces, las etiquetas nos asustan. Nos remiten a debates acalorados, ideologías y filosofías complejas. Pero déjame plantearte una idea sorprendente: día tras día, en las elecciones que haces, desde las más triviales hasta las más trascendentales, estás practicando el liberalismo y probablemente ni siquiera te has dado cuenta.
Antes de que saltes la página, déjame explicarte. Si estás de acuerdo en que nadie puede atentar contra tu integridad física, detenerte injustamente y que solo tú tienes derecho a adquirir, gozar y disfrutar de tus bienes con tus propios recursos, estás pensando como John Locke quien defendía la idea de que los individuos tienen derechos naturales inalienables, como la vida, la libertad y la propiedad.
Cuando decides cómo vestirte por la mañana, qué libro leer o como educar a tus hijos, estás tomando decisiones basadas en tu propio juicio y deseo. Estás ejerciendo tu libertad individual y la idea de que una sociedad próspera emerge cuando los individuos, y no el Estado, actúan según su propio interés, siempre y cuando no violen los derechos de los demás (Locke y Adam Smith).
Cuando en el supermercado eliges entre varias opciones de café, estás actuando en el libre mercado, y tu elección resultará en beneficio para la sociedad a través de la competencia entre marcas. Y si te has puesto una meta en lo personal y trabajas para lograrla, estas actuando en base al principio liberal de autodeterminación y deberás enfrentar las consecuencias de tus propias decisiones (Friedrich Hayek y Milton Friedman).
Cuando escuchas con respeto otras opiniones, aunque no estés de acuerdo, estás practicando lo que Karl Popper llamaba la “sociedad abierta” a la diversidad y el debate. Si crees en el mérito y el esfuerzo en lugar del estatus o el origen, estas alineado con la visión liberal que prioriza el logro individual. Ludwig von Mises escribió sobre la importancia de un sistema basado en el mérito para el progreso económico y social.
Si has hecho una donación o ayudado a un vecino, estos actos de solidaridad voluntaria son lo que Thomas Sowell y otros liberales ven como la esencia de una sociedad moral y justa. No se trata de lo que se nos obliga a hacer, sino de lo que elegimos hacer, movidos por nuestra humanidad y compasión. Sin embargo, en ciertos contextos y bajo ciertas condiciones, la colaboración mediante el Estado es coherente y necesaria para cumplir con otros valores liberales fundamentales (John Rawls, Friedman y Popper).
Si te gusta el arte y la cultura, déjame decirte que el liberalismo también las defiende, incluso cuando estas actividades no son económicamente “productivas”. Smith y Friedman reconocieron que no todo valor es tangiblemente económico y entendían que la riqueza no es solo material.
Tu temor a que la libertad pueda llevarnos a extremos dañinos es válido, pero es importante recordar que el liberalismo, en su esencia, defiende la libertad individual y la autonomía, con la salvedad de que esta defensa nunca es incondicional. La libertad de uno termina donde comienza la libertad de otro (Locke, Smith, Montesquieu y Hayek). John Stuart Mill argumentó que la única justificación para interferir con la libertad de una persona es prevenir el daño a otros. Es decir, el éxito personal o económico no puede justificar el perjuicio a terceros o al medio ambiente.
Si te preocupan la corrupción y el populismo de hoy, eres liberal. Aunque los mercados libres son un pilar del liberalismo, esto no significa respaldar la conducta deshonesta. Smith destacó la importancia de la moralidad y que una sociedad necesita consideración moral de unos hacia los demás. Locke sostenía que quienes actúan en interés propio de manera corrupta violan derechos y son ilegítimos. En cuanto al populismo, Popper lo criticó por su potencial para llevar a formas totalitarias de gobierno. El populismo, que promete tener todas las respuestas a través de un líder o partido, se opone al enfoque liberal de limitar el poder y separar las ramas del gobierno. Tocqueville advirtió sobre el “despotismo democrático”, donde la mayoría populista oprime a la minoría.
Sobre la “dictadura del mercado” que me reclamaste. Te digo que el liberalismo promueve la libre interacción de los individuos en el mercado, donde las decisiones de los consumidores guían la producción y los precios reflejan las preferencias individuales. El mercado no es una entidad consciente, sino una herramienta de comunicación entre productores y consumidores (Smith).
Y sobre los gobiernos dictatoriales capitalistas que reclamas, debo reiterarte que el liberalismo defiende las libertades individuales, la autonomía personal y la limitación del poder del Estado. Las dictaduras concentran el poder en manos de unos pocos y restringen las libertades civiles. Al violar estos derechos son contrarios al liberalismo. El gobierno es el resultado de un contrato social donde los individuos acuerdan ceder parte de su autonomía a cambio de protección. Si un Gobierno viola este contrato, pierde su legitimidad y el pueblo tiene el derecho de rebelarse (Locke).
Cuando propuse el capitalismo popular me advertiste sobre el “capitalismo salvaje”. Esa expresión peyorativa se refiere a un capitalismo sin restricciones o regulaciones, donde las empresas actúan sin consideración ética, social o medioambiental. Los liberales no respaldamos un capitalismo desenfrenado, explotador sin ningún tipo de regulación o límite ético (Locke, Smith, Hayek y Thomas Jefferson). En todo caso el capitalismo debe ser siempre liberal.
En cuanto al Estado, debo decirte que es una entidad necesaria para salvaguardar los derechos individuales y mantener el orden social. El Estado actúa como el guardián y garante de esos derechos. Además, hay ciertas cosas que el mercado podría no proporcionar de manera eficiente por sí solo, como la defensa nacional, la infraestructura pública y ciertos aspectos de la educación y la salud (Smith y Hayek).
Para abordar estos asuntos, los liberales también han propuesto la autonomía regional y el federalismo como formas de proteger los derechos individuales y limitar el poder central del Estado. Entonces, aunque a los liberales no nos guste, el Estado es como un dolor de muelas. Tiene su función, aunque no lo deseemos, por lo que su papel debe ser limitado.
Si lo que acabas de leer resuena contigo, eres un liberal. Eres un reflejo viviente de estas nobles ideas. Y si sientes que este mensaje es valioso, te invito a compartirlo, para difundir que el liberalismo no es un concepto lejano, es una experiencia diaria que saca a relucir lo más grandioso en nosotros.
El autor analista financiero
Columnas de JAIME DUNN