Evo Morales, de frente y de perfil
Como si se tratara de unas elecciones para “elegir” a un capataz o al mandamás de un rancho, Evo Morales, muy suelto de cuerpo y de ideas, anunció su retorno al ruedo, para disputar el trono y el poder en las elecciones generales de 2025.
“Acepto la candidatura para salvar Bolivia. Otra vez hay que salvar Bolivia”, dijo.
¡Así como lo leen! Sin ruborizarse ni pestañar. ¡A pelo!
Lo dijo como siempre lo diría un personaje cebado al poder y pensando, intuyo, que su otrora figura totémica, está intacta.
Morales siempre respondió a la reacción y nunca a la razón. Los 14 años que gobernó este país lo hizo de ese modo, empuñando, con frecuencia, la espada de la venganza y la revancha.
Su retorno al poder sería una autocracia despiadada.
Yo vivo en la región menos transparente del aire. Una región en donde día a día el polvo de la muerte esculpe monstruos de dos cabezas. Una región en donde las manos gigantes de esos monstruos pudren la vida y los sueños. Es una región en la que el futuro es una gigantesca muralla que no permite pasar, en ella nos estrellamos minuto a minuto, otros, más osados, mueren en el intento.
La región menos transparente, es esa en la que siempre resucitan los fuegos fatuos. Tiene como gobierno a los inservibles, a los incapaces, a los que vomitan mierda en el día y fuego en la noche. Son antropófagos, se comen a sus habitantes y, con ellos, a sus sueños, a sus esperanzas y a sus alegrías no vividas.
No debe dejar de preocuparnos la macabra intromisión del Estado en nuestras vidas que diariamente se ven desgastadas por su rol acaparador, corrupto (r) e inoperante. Único criminal del siglo XX y XXI que compra conciencias, las regala, las soborna, las corrompe y las rifa a su antojo.
No bastaron 14 años de gobierno evomasista para demostrar que el enemigo principal estaba y aún está enquistado en el Estado. Así, como un caballo de Troya introducido en medio de la noche, al centro de la institucionalidad democrática del país. Evo Morales es hoy, siempre lo fue, un auténtico caballo de Troya dentro del Gobierno. Mimetizado, disfrazado, solapado, oculto, ladino y taimado. Su discurso repetitivo e insufrible caló hondo en su entorno. Todo su aparato político y estratégico siempre tuvo el martilleo del resentimiento y la venganza. Hoy, esa figura nuevamente se desvela en la oscuridad de la noche y pretende enfilar los caminos del oscurantismo y del terror.
Sus ataques sistemáticos a la democracia, a las instituciones y al Estado de derecho, al margen de ser un capricho, siempre fueron una gran estrategia para debilitar el sistema democrático y, por ende, el sistema político. Y lo consiguió con todo éxito.
14 años de arbitrariedades y de constantes amenazas a la libertad le dan la razón.
Evo, históricamente, es sinónimo de autoritarismo, antidemocracia, fraude y corrupción. Desde luego, la identidad indígena y la representatividad de los más postergados, también estaban en el escaparate social y cultural de un caballo de Troya que se fue desintegrando paulatinamente. Hoy, no es más el primer presidente indígena boliviano que llegó a la presidencia por méritos, luchas democráticas, defensa de las libertades y justicia. ¿Lo fue en algún momento? Es el expresidente. El que intenta ser el “presidente segundo” que dio paso a una forma aciaga de gobernar a través del ataque certero, la vendetta por encargo, entre la oscuridad y por la espalda.
Su gobierno, se caracterizó por un estatocentrismo en beneficio de pocos oportunistas y vivillos que cada vez más se convencen de que ese “proceso de cambio” es una oportunidad irrepetible e intransferible, en desmedro de los intereses y las oportunidades de la real sociedad civil.
Su gobierno, no sólo se encargó de crear escepticismo y descrédito en la figura presidencial, sino también en el Estado mismo, ese que está para servir a los demás y no servirse de los demás.
El Estado como regulador político y social que armonice en la justa medida los conflictos internos.
Pero no, su gobierno se ocupó de cooptar conciencias, amordazar aspiraciones y anquilosar al individuo. Citando a Ortega y Gasset: “El hombre masa, sintiéndose vulgar, reclama con orgullo el derecho a su vulgaridad”. En efecto, Gasset no sólo alerta sobre la inercia que provoca el hombre masa, sino también sobre el comportamiento peligroso que significa su conformismo y su indiferencia frente a los problemas que deterioran las condiciones más elementales del individuo. ¿Qué es peor? ¿La ignorancia o la indiferencia? No sé ni me interesa, diría el “hombre masa”.
Ahora, el nuevo caballo de Troya de Evo se llama Luis Arce Catacora. Es su alter ego, su holograma, su hechura a imagen y semejanza, esto explica a cabalidad los acontecimientos nefastos en el país en los dos años y medio de gobierno.
Mientras Catacora, calla, Evo Morales ordena, decide, incendia la débil institucionalidad democrática.
Entre tanto, las fuerzas antidemocráticas bajan del caballo de Troya de Evo envueltas en la oscuridad. La “cacería de brujas” aún está vigente, la revancha y la venganza corroboran 14 años de imposturas e injusticias.
La aprehensión y veloz enjuiciamiento a la expresidenta transitoria, Jeanine Áñez, y al gobernador de Santa Cruz, Fernando Camacho, son un mensaje claro de arbitrariedad, abuso de poder y persecución política.
No hubo golpe de Estado, hubo fraude. Esta verdad de Perogrullo, incomoda y enfurece a Morales y continuará haciendo todo lo imposible por revertirla, utilizando mecanismos conocidos, hilos de poder que mueven como marionetas a las instituciones clave del Estado.
La desaprensión de Evo no tiene límites. A dos años para las elecciones presidenciales, este anuncio podría agudizar más la crisis social y política del país. El MAS y Morales todavía tienen dos años para seguir aportando, voluntariamente, a su banco de escándalos de corrupción e injusticias, cualquiera sea el bando: “evista" o "catacorista”, son lo mismo. El retorno de Evo al poder, jamás debe ocurrir.
El autor es comunicador social.
Columnas de RUDDY ORELLANA V.