Ser como mi mamá
Escucho conversaciones de pasillos y voces femeninas que piden no llegar a ser como sus madres, porque, básicamente no quieren cometer sus errores o parecerse a ellas.
Freud dijo que la salida esencialmente femenina corresponde a la maternidad con lo que se provocan consecuencias psíquicas en algunas mujeres dada su relación con su madre.
De ahí que, según la investigadora María López Vélez, la madre está idealizada, y en ella se inscribe todo el amor, cuidado y protección; no obstante son recurrentes aspectos sobre la madre que desvirtúan este imaginario, de manera particular al analizar la relación madre-hija.
Entonces es muy posible que humanas hermosas, creativas, imaginativas y maravillosas, no quieran convertirse en su madre.
Eso me parte el corazón. No sólo porque hacen este tipo de pedido sino porque nunca dejarán de juzgar y considerar que sus madres les han fallado.
Afortunada, yo sí quiero ser como mi mamá. Ella no me ha fallado. Es un ser dotado de un amor inmenso como el mar, una disposición optimista y férrea ante los embates de la vida y una dulzura imposible de superar.
Cuando estoy en una situación problemática, siempre pienso qué es lo que haría ella. Y puedo obrar en consecuencia o directamente preguntarle, porque con su sabiduría infinita sé que en algunas ocasiones mencionará el proverbio árabe que dice “el que dice todo lo que sabe, el que hace todo lo que puede, el que cree todo lo que oye, el gasta todo lo que tiene; muchas veces: dice lo que no conviene, hace lo que no debe, juzga lo que no ve y gasta lo que no puede”.
Otras veces me dirá que el tono hace a la música, con lo que podré, espero, algún día, entender el difícil arte de la diplomacia.
En otro momento será el oído comprensivo, en otras el ojo avizor ante nuevas tendencias o quizás la palabra precisa ante problemas coyunturales.
Por eso, y un día después del famoso día de la madre en Bolivia, pido a quienes corresponda que se tomen un descanso y tengan misericordia de sus mamás. ¡Esperamos tanto de ellas! Tienen que ser una combinación de Virgen María, Madre Teresa, Mujer Maravilla y Pachamama. Es un modelo brutal de perfección. ¡Brutal!
Sólo por un día, luego de las rosas, las tarjetas, los electrodomésticos o los regalos que llegaron a sus manos, seamos indulgentes con ellas.
Tomemos un descanso. Paremos un poco. Y si eres mami, para de juzgarte y pensar que estás fallando. Deja la soga que te está ahorcando y encuentra tu propio perdón. Sé benevolente y entiende que estamos de paso, en un planeta azul, al que hemos llegado para entender que la mejor lección que podemos aprender es el AMOR, así con mayúsculas, que es el verdadero.
La autora es magíster en comunicación social y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER