El rol de la estabilidad cambiaria
La semana pasada, el presidente de Banco Central manifestó que el tipo de cambio continuará en sus niveles actuales. Esto se adiciona a declaraciones anteriores con el objeto de disipar las expectativas de devaluación en la coyuntura actual. La decisión es respaldada por la mayor parte de analistas económicos locales y el Fondo Monetario Internacional, siendo el argumento central evitar una aceleración inflacionaria en un escenario de devaluación.
¿Cómo se relaciona el tipo de cambio y la inflación? En primera instancia, debe entenderse a la inflación como un desequilibrio en el mercado de moneda local, que se origina por un exceso de oferta (conocida como “emisión monetaria”) o una caída en la demanda. Este desequilibrio conduce a una caída del “precio” de la moneda, pero como por definición “un boliviano siempre vale un boliviano”, la caída de su valor solo puede darse en relación al resto de los bienes y servicios de la economía. Entonces, la inflación, o aumento sostenido del índice de precios al consumidor, equivale a la pérdida de valor de la moneda.
En países donde la moneda local ha sido históricamente inestable, los agentes buscan refugio en activos que mantengan su valor en el tiempo, desplazando el uso de moneda local. Para restaurar la confianza, el Banco Central establece un “ancla nominal”, entendida como un precio de referencia para el resto de los bienes y servicios; en el caso de Bolivia, el precio del dólar cumple esa función. Al sostener una paridad fija respecto de la divisa estadounidense, el valor del boliviano queda sujeto a una moneda estable.
Los datos respaldan la efectividad del tipo de cambio como ancla nominal. En 1985, un contexto de hiperinflación, la depreciación del boliviano acompañó a la inflación mostrando variaciones porcentuales similares. Después de estabilizar el tipo de cambio a mediados de los 90, la inflación, hasta la fecha, osciló en torno a un dígito y si bien el tipo de cambio no fue estrictamente fijo hasta 2012, la trayectoria de depreciación fue lo suficientemente acotada para dar certidumbre al valor de boliviano.
¿Qué implicancia tiene entonces una devaluación en el nivel de precios? Los impactos directos están asociados al incremento de precios de los bienes transables medidos en bolivianos. En esta categoría se incluyen los productos cuyo precio se fija en dólares y se define en los mercados internacionales como los alimentos y la energía; ésta última, a su vez, incide de forma importante en el precio de los servicios públicos y el transporte. Se puede añadir en este grupo a los bienes de producción local con componentes importados.
Los impactos indirectos tienen que ver con el deterioro de la confianza en la moneda; en ese caso, los agentes se desprenden de instrumentos en bolivianos (efectivo, depósitos, bonos) generando una merma en la “bolivianización” del sistema financiero y alimentando expectativas de mayores depreciaciones. A diferencia de los efectos directos que no persisten en el tiempo, esta dinámica implica una caída de la demanda de moneda local que, a corto plazo, dada la caída de la economía y la fuerte incertidumbre, puede ser muy dañina.
El hecho de que se observe tal nivel de consenso para evitar una devaluación en este contexto es alentador, ya que refleja un compromiso con la estabilidad de precios que el Gobierno y la autoridad monetaria deben honrar. Sin embargo, no puede dejarse de lado el debate de mediano plazo respecto a la sostenibilidad del ancla nominal en los niveles actuales.
El tipo de cambio fijo en el corto plazo puede sostenerse únicamente a costa de mayor pérdida de reservas, agravada por el déficit en cuenta corriente. Esta dinámica solo puede ser revertida con el restablecimiento del equilibrio fiscal e incrementos en la productividad que motiven ingresos de capitales. Si bien la urgencia marca la agenda económica, este debate debe estar presente.
El autor es economista
Columnas de GERARDO CASTELLANOS VACA GUZMÁN